Mariano Rajoy es un triángulo.

                                                                           Foto sacada de Google

Mariano Rajoy demuestra todos los días el Principio de Arquímedes. Porque todo el mundo sabe que un cagarro sumergido en agua flota. Claro que él, como muy moderno, también nada. Y el que flota y el que nada, no se ahoga. Y como no se ahoga es una escuadra. Por tanto Mariano y también Rajoy, digámoslo claro, es un triángulo. Cateto, hipotenusa y ángulo del salón oscuro. También, tiene vértices y sus biógrafos, se hace saber, aseguran que también aristas. Y aunque, sí parece, quizá no sea. Vete tú a saber. Tal vez sea adivinanza. Oro parece, plátano es. ¿Qué es lo qué es? Pues eso, Mariano, de apellido Rajoy. Ínclito en Pontecity, por parte de padre y hostiado por un pijo familiar por parte de costilla. Él, el designado por el dios Fraga, como heredero de su caspa, voló alto. Llegó a Gran Emir de su partido, porque lo de Rato ya lo sabían y tuvieron que elegirlo él. Por descarte. Ni Mayor ni Oreja servían para el mandado. Rato estaba descartado por trincón, palabra de CNI, te alabamos Soraya. Por tanto, tomó posesión y empezó el digo digo y el digo Diego. Todo al tiempo. Catástrofe sí, catástrofe después, ahí sigue. Inasequible al desaliento. Dando pena por los caminos. Acompañado del marido de… de ella, a la que los malandrines llaman doña Rogelia. Fiel vasalla, la señora, y escudera de primera. Tan es así que, la muy osada, presta a su marido al contratante de la primera parte para aquello de los paseos. Y así, entrambos, o sea, dos, suman sueldos y prebendas. Eso sí, ganado todo a golpe de suela. Prietas las filas y recias marciales embocan sus ijares en poltronas de tronío. Vacacionan por los mismos lugares y cogen las mismas cagaleras. Pero, al Presidente, mire usté, últimamente le duele la espalda. Le preguntan a ella, que siempre está a mano y además es médica y Presidenta de Congreso, y receta: encogimiento de hombros y espumarajos cada ocho horas. No funciona la terapia. Entonces preguntan a Viruca, socia del contratante, y se le enciende la bombilla a la muy propia. De Granerolandia, tierra conocida entre los lugareños por Galicia o por Galiza, según los barrios, se desplaza el personal trainer de la señora. Fisioterapeuta es el gallardo mozo elegido. Manosea ese cuerpo que será pasto de gusanos mientras el sufriente babea, y arregla, en lo posible, el desaguisado muscular. Para celebrarlo, don ínclito, de la provincia de Pontecity, hace lo que mejor sabe hacer: coger un avión. Plusmarca nacional entre políticos. Va a Palma de Mallorca, que es un sitio, que queda por allá, en la mitad de la poza mediterránea. Llega tarde y el Felipe VI, el que va después del V de Anjou, lo espera tañendo la botella de Anís de la Asturiana. Hola, qué tal. ¿Cómo van esos musculitos?, pregunta de una forma muy real. Bien. España va bien. Dentro de poco saldrá Báñez, que se está recuperando del intento de suicidio con laca, y lo dirá. Todo bien, ¿qué tenemos de papeo, larguirucho? Ay, no sé. Espera, que pregunto. Llamó a un lacayo sin librea, un desclasado, y le dijo, oye, pégale un berrido a la sorda y que te informe. ¿De qué, vuesareverendísimaexcelencia? De qué va a ser, hombre, de qué va a ser. Que no te enteras, Contreras. Y así fue como don ínclito de Pontecity, patrón de la Cofradía del Santo Palomino, amplió mundo y conoció otro sitio. Lo dijo subliminalmente al salir en la rueda de prensa que le montaron para echar sus eructos, cuando dirigiéndose a una que pasaba por allí dijo: Mari, ven. Después sonrió para celebrar tamaña ocurrencia. 

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