Escribir sobre Javier Marías es
para mí complicado por varias razones. Si bien lo admiro en lo literario, más
podría decir que la fascinación que tengo por el personaje es por lo
secundario, que no es poco.
Por una parte es un hombre de una
educación exquisita, y eso se nota al leerle, y al mismo tiempo sus aficiones
me pasman porque me llenan de envidia, y ese es uno de los pocos defectos que
me jacto de no tener. No envidio a nadie por sus posesiones materiales, ni
siquiera a aquellos a los que tales posesiones les sitúan en el lecho de
mujeres superlativas. Nada, es como si hubiera nacido vacunado contra ese
pecado capital y mira que me gustan los pecados, sobre todo los capitales.
La envidia de la que hablo es que
alguien pueda tener la determinación suficiente para hacer cosas que a mí me
hubiera gustado hacer. Es por eso que aparte de al propio Marías, esté muy
celoso, en otro plano, de García Márquez
y de Borges no hablemos porque si hacemos excepción de que está muerto el resto
es todo máster de envidia.
Me pasa también con algunos
músicos, pero no pretendo dar un recital sobre el yo. De eso sabía mucho Lacan
y tampoco estoy por la labor de robarle protagonismo.
Las aficiones de Marías son
variadas:
Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes
y todo ese club de exquisitez británica que incluye catálogos de pipas, compra
de cartas… Resumiendo, todos esos pequeños placeres o antojos que nos hacen la
vida más agradable.
Pero como soy un distraído, y
encima hay años que me extravío del
todo, no estaba informado de que también tiene una pequeña editorial, Reino de
Redonda, donde edita textos que él considera de calidad incuestionable, de una
manera casi artesanal y a buen precio, si mal no he leído en su artículo
publicado el sábado 23 de agosto.
Sí, sabía, por él, y sólo por él,
que es el autoproclamado Rey de Redonda y que al estilo artúrico está rodeado
de personas muy competentes que le complementan en el gobierno del Reino.
Quiero pensar que muchos de ellos
son conocidos o colaboradores, más que nada porque no creo mucho en la gente
que dice tener tantos amigos. Entre esos amigos está George Steiner quien en el
suplemento de El País del día siguiente al reseñado artículo se despacha así:
(copio y pego)
PREGUNTA DE EL PAÍS: ¿Insinúa Que el idioma es la raíz del
problema?
GEORGE STEINER. Quizá. Pero,
cambiando de tema me han dicho que hay una universidad en España en la que es
obligatorio hablar en gallego.
RESPUESTA DE EL PAÍS. Igual que
es obligatorio en Cataluña compartir el catalán con el español.
COMENTRIO DE GEORGE STEINER.
¡Pero no me compare el catalán con el gallego! El catalán es un idioma
importante, con una literatura impresionante. Pero el gallego ¿por qué ha de
ser obligatorio en una universidad?
Tiene razón. Suceden cosas muy
excéntricas en el mundo y al igual que en Oxford dan las clases en inglés, qué
ocurrencia, en Galicia lo hacen en gallego. ¡Estos gallegos!
No quiero polemizar sobre esto,
ni sobre lo que dijo a continuación porque el que lo haya leído habrá
telepáticamente pensado lo mismo: este tío está muy mayor, y se le nota. ¿O
siempre ha sido así, o es humor judío-británico? Lo pregunto sin malicia alguna
porque jamás leí nada de este individuo
y mi curiosidad hacia él y lo que motivó la lectura de esa entrevista (nunca
leo entrevistas) es haber leído su nombre el día anterior en el artículo de
Marías.
Otro compañero de viaje o de
aventuras al que nombras es el tal Pérez Reverte, Arturo. Quien duda que tiene
una prosa fácil, pero sus artículos los encuentro excesivos por caer de forma
reiterada en lo que tanto critica: el extremismo y el nacionalismo, en este
caso español.
Personalmente me importa una higa,
por copiarle vocabulario, de qué parte del mundo provenga el Nacionalismo, es
una opción política para mí limitada y por tanto prescindible.
A pesar de todo no debes
preocuparte porque yo conozco gente anónima para ti que son en sí mismos
auténticos mamarrachos, cretinos y tarados. Por tanto, en un hipotético cambio
de cromos pierdes, seguro. De todas formas, si quieres, te cambio media docena
de desconocidos por esos dos que, tal vez, aún puedan ser aprovechables. Ya
sabes lo que se dice: del cerdo se aprovecha todo.
La única afición que tienes y que
no me gusta es esa de ser socio del Real Madrid, coño, Javier. ¿El Real Madrid?
Qué le vamos a hacer, todos tenemos derecho a nuestras manías y tú no vas a
quedar excluido del TODOS, pero me siento como cuando a mi hija le gustaban las
Spice Girls.
¡Algún día verás la luz, pequeño
saltamontes!
Para finalizar debo informarte de
algo que quizá ya sepas. En el ayuntamiento de Corcubión, La Coruña, hay una
parroquia que se llama Redonda, y en ese lugar existe un castillo al que llaman
del Cardenal, es una maravilla, en una península, con dos calas que si te bañas
allí no necesitas ir al paraíso porque ya llegaste. Ese castillo está a la
venta. Si te lo compras entonces sí que serás el verdadero Rey de Redonda, si
no lo haces te quedas en autoproclamado y vas que chutas.
También te manifiesto que los
reyes, bajo mi consideración, deben vivir juntos en ese extraño país llamado
Exilio, pero como lo tuyo no deja de ser ficción quedas exento.
Hago constar: que no tengo ningún
interés en la venta de dicho inmueble, que me la trae floja, y que ni siquiera
sé quién es el dueño o propietaria de dicha maravilla.
Lo que si me consta es que yo
jugué mucho de pequeño en ese lugar y todavía recuerdo aquellos dulces veranos
de sal.
Recibe un cordial saludo.
Creo que Javier Marías ostenta el dudoso honor de ser el único escritor al que he dedico dos post.
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