SARNA CON GUSTO NO PICA.

Hay periodistas tan arrogantes y pagados de sí mismos que se creen el papel que la sociedad les atribuye, y que creen que son ellos los encargados de decirle al público lo que deben de ver, escuchar y comprar. Estos pánfilos se creen que son ellos los creadores de opinión y los inductores al buen gusto.
Y aunque pudiera ser, lo cierto es que no es así.
Porque son los empresarios de la comunicación los que se encargan del asunto, y ser periodista no es lo mismo que ser empresario.
El periodista es un asalariado. Alguien que pone sus conocimientos, argumentos y pluma a las órdenes de quién le contrate. Después, y si el contrato vale la pena, el periodista hará cábalas en torno a eso que es la credibilidad, la honorabilidad y la honradez, y decidirá en que cajón guarda su ética y sus ganas de cambiar el mundo. Lo primero es trabajar y después comer pasteles.
Pero para hacer lo primero, para trabajar, lo primero que tiene que hacer el periodista de turno es mostrarle al señorito/a que lo contrate su lealtad, su aptitud y su título universitario.
Para conseguir el objetivo vela armas, apunta y dispara a todo aquello que sabe o supone que incomoda al mandamás. Así vemos como periodistas, adjetivados de insignes, hacen auténticos papelones, protagonizan y avalan auténticas mamarrachadas, cuando no libelos. E incluso, alguno muy icónico y muy mayor, salta como una fiera a la hora de defender a su empresa de las hordas de malandrines que la ponen en solfa. (Hablo de Gabilondo y su cerrada defensa del grupo Prisa a propósito de un supuesto ataque de Podemos)
Así, sin más, los periodistas presumen de libertad, aun teniendo como tienen todos bozal y correa a juego. Pero como hacen de maceteros en tertulias de diferentes pelajes, en busca de la pluralidad informativa y del tanto por ciento de participación en la tarta audiovisual, se creen los reyes del mambo.
¡Puafffffff…!
Es un hecho. Por eso y gracias a eso, esa política informativa plural y mentirosa, que esconde la verdad de las cosas para ofrecer mentiras como sucedáneo, está tan en boga.
Los imbéciles paniaguados, al parecer, disparan los índices de audiencia.
Si sale Marhuenda o Inda en televisión sube el pan. Los de izquierdas flipan con este tipo de periodismo cuervo y filibustero. Se dejan seducir, y por salir en la tele son capaces hasta de aplaudir con las orejas la ocurrencia. Sí, Ferreras. Amén, Pastor. Los de derechas aplauden tales iniciativas encantados, y los empresarios de comunicación pierden dinero con gusto porque saben que les compensaran por otro lado, porque en toda parte roen los castores.
Porque aquí  no se trata de informar. Aquí de lo que se trata es de tener una plataforma lo suficientemente potente para usar de ariete en el combate y como cambalache en el negocio.
Y si no me creéis mirar para el tal Florentino, para Villar Mir y para toda la caterva de empresarios-mangantes que asolan este país, y preguntaros: ¿por qué no están en la cárcel todos estos hijos de la mangancia? ¿Por los periódicos, gracias a los periódicos, por qué?
Claro que si no nos importa que nos roben a mansalva, tampoco nos va a importar que nos engañen. Total que más da. Parece que damos por supuesto que siempre habrá alguien dispuesto a ser ladrón. Y como los ladrones saben que siempre habrá periodistas que los defiendan, pues… la pescadilla se muerde la cola.
Marca España, lo de siempre.


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