YO ENTRÉ EN EL CESID (PILAR URBANO).

Hicimos un brainstorming porque los espías somos políglotas. Prueba de ello es que 002 tiene cuatro esposas.
Unos querían contratar una empresa de comunicación, otros eran más partidarios de hacer unas vallas y los más gastones optaban por una campaña publicitaria en la tele.
Aunque pueda parecer paradójico con el oficio la misión publicidad acababa de ser puesta en marcha.
Afortunadamente tenemos jefes para imponer su criterio y evitar que hagamos el gilipollas. Ellos asumen todos los sonrojos.
Nuestros jefes se decidieron por contratar a un escritor. Uno que perpetrara un libro
Pero, ¿quién daba el perfil para un encargo tan delicado?
Tiene que ser un profesional que escriba a favor de obra. Pío y casto, que pertenezca a una de nuestras sectas. Resumiendo, tiene que ser alguien a quien podamos contralar y manejar a nuestro antojo. Pero también tiene que aportar credibilidad sobrada y mucha experiencia. Y lo más importante de todo, alguien que se deje sin dejarse.
Después de mucho pensar dieron con el nombre:
Pilar Urbano.
Pilar es una profesional acreditada, ¿quién lo duda? Intachable e irreprochable en lo suyo. Y lo más importante, amiga de sus amigos e independiente a más no poder.
Dicho y hecho: contratada. Después la llamaron, ella dijo sí y se acordó el precio. Quedó encantada, y nosotros lo mismo. Mucho gusto.
Pero se suscitó otro problema. ¿Quién la guía y quién le enseña las instalaciones?
Después de tres reuniones de subsecretarios se descartó recurrir a los Efebos que tenemos en plantilla. Ella no tiene esas debilidades. Fue después de un consejo de ministros que repararon en mí. Tuvieron en cuenta mis sobradas dotes para la estrategia y la improvisación.
Si os preguntáis, ¿aparte de eso qué más méritos aportaba? Os respondería que, efectivamente: no estoy en la sección Efebos. Pero si digo que soy el más preparado no exagero lo más mínimo. Además, y aunque parezca una paradoja, siendo 006 fui número 1 de mi promoción. Y eso siempre se debe tener en cuenta. Vamos, digo yo. Y si a todo lo anterior, que no es moco de pavo, le unes mi destreza en el manejo del arma más  disuasoria que hay sobre la Tierra, entenderéis la elección.
 Porque, para que lo sepáis, soy experto en nivel delirio.
Aquella mañana me puse traje y corbata a juego para enseñarle La Casa.
Previamente me había cepillado los dientes con esmero, y ensayado sonrisas a tutiplén delante del espejo.
Llevaba preparadas un sinfín de frases hechas y de contestaciones tipo. Y había hecho roll play toda la noche en la sección Ninfómanas; y después de repetir hasta la extenuación, alcancé la excelencia.
Para llevarla a terreno propicio la cité a la hora del ángelus. La ocurrencia se reveló como un acierto. Cuando llegó fuimos a la capilla a rezar un rosario para empezar bien el día, y después de cinco genuflexiones y siete padrenuestros dio comienzo la misión propiamente dicha.
Se lo enseñé todo.
Ella miraba asombrada.
En la sala de vídeo flipó con la flexibilidad de Bárbara, y en la de audio se le quedó la boca abierta viendo al muy Campechano practicar el griego en la intimidad.
Clásicos de La Casa.
Me miraba incrédula, y en ese momento, creyendo que me había despistado, fue cuando empezó a hacerme preguntas comprometidas:
Que si a qué hora salía, que si cuál era mi nombre en clave y que si… En fin, esto no lo cuento.
En ese momento fui consciente de que tenía que emplear el arma disuasoria en la que soy experto nivel delirio:
Me encogí de hombros.


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