Foto sacada de Google
Creo que en el código
deontológico de cualquier sociedad avanzada que se precie debería de estar el
derecho al acceso a la información.
Por esa razón, los
gobiernos democráticos avanzados, que en este mundo hay, brindan a sus
ciudadanos todo tipo de explicaciones sobre cómo gastan el dinero que es de
todos. En España, a este principio elemental se le ha bautizado, cínicamente desde
el Gobierno, como Transparencia.
Y así, de esa guisa,
empieza la compilación de afrentas que sufrimos todos los españoles.
Porque yo no sé si lo
sabéis, pero los súbditos de su graciosa majestad que es la reina de la Gran
Bretaña, están informados de todo cuanto dinero sale de las arcas públicas. Tan
es así, que incluso si quieres y eres curioso puedes consultar cuánto dinero
gasta la familia real inglesa en bebidas espirituosas. Ese dato, y cualquier
otro, está colgado en la red y a la vista de todo el mundo.
Sin embargo, aquí no.
Aquí seguimos en lo habitual y en la fuerza de la costumbre. Aquí al oscurantismo
los gobernantes le llaman transparencia y el público votante conforme, parece
aplaudir con las orejas tal despropósito. Y no se crean que señalo sólo a los
que actualmente están en el machito del poder. No. Cómplices de tamaño
despropósito son todos los partidos políticos que no ponen el grito en el cielo
y exigen, sí, EXÍGEN, la información a la que todos tenemos derecho.
Hoy hice una prueba.
Puse en Google, ¿cuánto cobra el Presidente del Gobierno en dietas cada vez que
hace un viaje? ¿El Presidente del Gobierno viaja a gastos a justificar o cobra
dietas específicas para la ocasión?
¿Y sabéis que encontré?
Nada. Absolutamente nada. Lo único que encontré, y es irrelevante, es un
artículo de Escolar, director de eldiario.es haciéndose las mismas preguntas.
Ante lo cual, y sin el
menor ánimo de incordiar, pero sí de saber, me pregunto, os pregunto, ¿a
vosotros esto os parece admisible?
La respuesta también
parece obvia.
Al parecer en España
existen, al menos, ocho millones de personas a los que estos temas le importan
una higa. Lo deduzco, más que nada, porque no sólo prefieren vivir
desinformados y por tanto en la ignorancia, sino porque, además, cuando llega
el momento nuevamente de una cita electoral vuelven a votar por los que
nos roban a todos con la mayor profesionalidad y la máxima desfachatez que uno
pueda imaginarse.
Trabajadores públicos,
elegidos para administrar nuestros bienes y haberes, que no sólo no dan cuenta
a nadie de lo que ingresan por “otros
conceptos”, realmente es así, sino que también, llegado el momento, no se cansan
de alabarse a sí mismos, de ponderar sus miserables gestiones y de propalar un
patriotismo que se antoja más falso que un beso de Judas.
La prueba más evidente
de todo lo que digo la tenéis estos días ante vuestros propios ojos.
El actual gobierno ha
liquidado el fondo de reserva de la Seguridad Social (60.000 millones de euros)
en apenas seis años, han condonado deudas a la banca (privada) por valor de
otros tantos, ha rescatado autopistas hechas por empresarios privados con
dinero público, porque el gestor así lo aceptó previamente… Conclusión: no sólo
no dan cuenta de sus propios gastos y el epígrafe correspondiente de los mismos, sino
que además presumen de su mala gestión y la publicitan con el dinero que es de
todos.
Claro que, con ocho
millones (por lo menos) de votantes adictos, y con esa gran escusa mediática
que es el procés queda todo arreglado. La cortina de humo perfecta. Porque, en
el colmo de todos los colmos, unos ciudadanos catalanes, tan independentistas
como cobardes, tuvieron un sueño y se creyeron en la obligación de trasladar a
la ciudadanía su pesadilla.
Y es que, disponiendo
de dinero ajeno todo parece más fácil. También parecen saber que si se arman de
desfachatez y practican la estulticia, siempre tendrán a ocho millones de
personas detrás apoyándoles, y repitiéndole a todo aquel que pregunta por algo
legítimamente ese viejo mantra que es Venezuela, Irán y no sé qué chorradas más.
El catálogo es amplio.
No se quieren enterar;
con decir “y tú más” y facilitar el
engorde del merluzo deben ser felices.
Por lo tanto, señora,
señor, ya lo decían los ácratas: “Como
mierda, un millón de moscas no se pueden equivocar”. Y si a ese millón, una
cifra más que respetable de moscas, le añadimos otros siete, los mandamases que
nos desgobiernan alcanzan tal nivel de generosidad que, agradecidos como son no
sólo roban, también nos dan mucha mierda.
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