DÍA DE LA MADRE (del 18-08-08).

Mis padres tuvieron cuatro hijas, después sufrieron un aborto y luego llegué yo.
Mamá, después del aborto, dijo que el siguiente nacería en La Coruña porque allí los niños nacían con más facilidades.
Fue por eso que a las seis de la madrugada del día dos de marzo de 1958 (hora de Cée. GMT+2:00 La Coru), y habiéndose despertado de forma inopinada con contracciones, papá llamó al taxista del pueblo y le dijo: “Ven para aquí que nos tienes que llevar a La Coruña”.
Luego barruntó para sus adentros: qué carallo, como es domingo aprovecho y voy a ver al Depor.
El taxista estrenaba coche ese día, no recuerdo el modelo, aunque me dicen que era un fabuloso Fiat 1500.
Mamá lo estaba pasando mal. A la altura de Carballo, justo enfrente donde hoy día está Conservas Calvo, no aguantó más y le dijo al taxista que parara que tenía que soltar lastre.
Allí mismo, sin más preámbulos, convirtió a papá en el primer hombre de su época en asistir al parto de su esposa.
Resistió poco. Por lo que recuerdo se desmayó o se medio mareó al poco, por lo que mamá que era una mujer muy echada palante se asistió a sí misma. Entre los dos conseguimos sacar con provecho el tema, salir del apuro y dejar todo echo un asco.
En el asiento trasero de aquel coche vine al mundo.
Posteriormente en aquél lugar pusieron una Sala de Fiestas a la que llamaron A Revolta. .Una vez nacido me llevaron a un sitio que se llamaba Clínica El Carmen. Allí el médico sólo tuvo que cortar el cordón umbilical, cosa ésta que causó mi primer trauma. Porque… había ido contento hasta allí. Viendo mundo. Miraba para abajo, veía todo aquello y pensaba, ¡vaya instrumental que gasto!  El “instrumental” resultó ser el cordón umbilical.
Mamá se quedó descansando toda la mañana, mientras yo mamaba que es lo mío. Sin embargo por la tarde ya repuesta (menuda mujer) dijo: “Ya está bien, vamos para casa que tengo más cosas que hacer que alimentar a este mamoncete”
Papá volvió a llamar al taxista, quien ya había limpiado la tapicería, y se había tomado veinte tazas con mi padre para celebrarlo, preguntó: ¿adónde vamos?
Mamá dijo: “a casa”, a lo que  papá replicó: “de ninguna manera al niño hay que bautizarlo en Cereixo”
Y allí nos fuimos.
Pepucho, un sacerdote de la aldea, destinado en Misiones y que andaba por allí de vacaciones, fue el encargado de echarme agua del Jordán encima.
Cuando salimos de la pequeña iglesia de Cereixo mi padre dejó una de sus frases para la historia: por fin tengo un hijo que meará de pie.
A lo que mi madre más práctica replicó: este niño va a ser ingeniero
Siento haberos decepcionado tanto, pero tenéis que saber que siempre he orinado sentado y que si ingeniero viene de ingenioso, quizá, aunque creo que tampoco.


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