Cuenta el afamado
viajero y antropólogo que fue Edward Sindable que cuando recibió el encargo de
encontrar al doctor Windsor, perdido en el continente africano, lo primero que
tuvo que hacer antes de aceptar el encargo fue superar su fobia a los viajes.
Después preparó
minuciosamente la aventura.
Iba a viajar a una zona
hasta ese momento ignota, sobre la que corrían rumores de que los aborígenes
practicaban de día el canibalismo y el monoteísmo, mientras que por las noches
se entregaban al mohín y al contubernio desaforado.
La cosa, como Sindable
probó posteriormente, se trataba de un infundio más que algunos gobernantes
habían expandido entre los habitantes más pánfilos, crédulos e ignorantes.
Sindable a propósito de
aquel viaje dejó un opúsculo escrito de su puño y letra que entregó a la
editorial 1:500 con el encargo
explícito de que se publicara cuando él hubiera fallecido.
Porque allí, buscando al
doctor Windsor, el viajero, africanista y xenófobo conocido que fue Sindable,
topó de bruces con la hasta ese momento desconocida nación de los Trocontrongo.
Estando en ese sitio, y
después de recorrer el perímetro de la nación descubierta, Sindable constató
que en la nación de los Trocontrongo vivía
la tribu de los Trocontrongo.
Esta Conclusión fue
considerada como asaz sagaz en su tiempo.
Y aunque la cosa le llevó su tiempo, si diéramos pábulo a sus mecenas, el
trabajo de campo, adornado con cartografía muy precisa, y que publicó la
editorial 1: 500 originalmente, resultó ser un éxito editorial sin
precedentes posteriormente.
El librito apareció
publicado bajo el título Savannah
Shadows, pero cuando los anglosajones vendieron los derechos a los
hispanos, ésta tribu le cambio el nombre y el opúsculo pasó a llevar el nombre
más explícito de Los Trocontrongos.
Pese a ser un éxito
mundial, si lo buscáis debéis de saber que el facsímil actualmente está
descatalogado. También os informo de que si ponéis en la barra de cualquier
buscador el nombre de Edward Sindable no os va a aparecer nada. Aunque eso sí,
es conveniente que sepáis que esto no fue siempre así, porque hasta hace bien
poco Edward Sindable tenía página en Wikipedia.
Ante lo cual, y a poco
que reflexionéis, concluiréis que algo raro hay en todo este asunto.
CONTINUARÁ.
¿Doctor Windsor, supongo?
Preguntó Edward Sindable al primer hombre blanco que se encontró.
El doctor Windsor, que
en ese momento se encontraba siendo cocido en una enorme vasija de barro, ni se
dignó a contestar.
Dos horas después, con
la digestión hecha, Sindable, se bañó en el río.
Pero, ¿qué había
pasado?
Lo cierto es que
Sindable no dice nada de nada en su opúsculo del doctor Windsor por no
considerarlo objeto de su estudio si exceptuamos ese encuentro gastronómico
casual.
Sin embargo escribe que
la nación de los Trocontrongo limita
al norte con la sima Parrochita, al sur con el valle de Huesos Windsor, mientras
que al este hasta un ciego puede ver los monumentales cerros Chochologo, y al
oeste la mina de oro de la princesa Trocontrongo.
Y se explaya sobre la
forma de vida de la tribu de los Trocontrongos
con rigor cáustico.
(Transcripción extractada)
Los
Trocontrongos son, al igual que sus primos sus primos los bonobos, un pueblo
entregado a la lujuria, amantes de practicar su gentilicio. Allí todo es
permitido. Hombres con hombres, mujeres con mujeres, hombres con mujeres,
mujeres con hombres, ancianos con niños, niños con ancianos, y todo tipo de
variantes más. Son felices. Están ocupados. Disfrutan de la vida. Celebran
elecciones cada cuatro años para elegir al mandamás de la tribu, y el elegido o
elegida tiene que estar dispuesto/a y presto a atender cualquier urgencia
sexual que le plantee un vecino.
El
plato más tradicional es la paella de explorador que acompañan de un espléndido
licor de bayas salvajes.
A
los dieciséis años obtienen la mayoría de edad, y el Estado les proporciona
choza, vasija para ir a recoger agua al río y un cepillo de dientes reciclado, tal
y como recoge su Constitución Oral.
Para
celebrar tan magno acontecimiento hacen una fiesta a la que están invitados
todos los miembros de la tribu, y el cantautor local les deleita entonando el
bello tema Te
doy una canción y digo Trocontrongo.
Un gran éxito por aquellos pagos.
A estas alturas es de
imaginar que os estaréis haciendo una pregunta:
¿Y qué hizo Sindable para no acabar en la olla como el doctor Windsor?
Edward Sindable,
posteriormente Sir Sindable, era un hombre resolutivo. Fue por eso que llevó,
como mejores amigos en su aventura, un viejo Cetme con varias cajas de
munición, y un par de toneladas de dinamita.
Por eso cuando estuvo a
punto de sufrir un mal encuentro, el incidente, que de conato no pasó, se saldó
con la muerte repentina de veinticuatro Trocontrongos,
y la voladura descontrolada de la periferia de la aldea a causa de su impericia
en el manejo de argumentos.
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