¿Cuándo acaba la Transición?

                                           Gloria López  fotografía artística

Durante la Transición nos colaron la milonga de la reconciliación. En aras de la confortabilidad, de un sueldo y de acomodarse a las circunstancias, fueron muchas las personas, de indudable relevancia, que aceptaron el café para todos. Aceptaron la diferencia como forma de indemnización por haberse tenido que exiliar, por tener que soportar maledicencias y campañas de descrédito a todas horas. Pusieron la mano.
La Transición se encargó de conciliarlos a todos.
A los herederos del dictador los premiaron con dos títulos de nobleza, se les preservaron las propiedades y se les dejó vivir en España gozando de todo lo robado. Todo el mundo tragó. La incipiente democracia estaba en constante peligro y, según nos decían, no se podía hacer lo que era de justicia, sino lo más conveniente. Todo el mundo tragó. La milonga de la reconciliación y del café para todos, se instauró, y así hasta hoy.
Los Franco siguen siendo los Franco. El Pazo de Meirás sigue siendo de ellos. Han pasado 42 años desde que muriera el exageradísimo general y las cosas siguen donde estaban. Antes por no marear la perdiz, y ahora porque la sensatez de los políticos no da para más. Estamos donde estábamos. No avanzamos. Ni tenemos democracia de calidad ni farrapos de gaita. Seguimos en la componenda y en hace cincuenta años. Nos venden milongas y la gente ávida de comprar, compra. Compre, señora compre, pantis de Logroño, que le llegan hasta el mismo, co…compre, señora compre. Pues eso. Ahí seguimos.
Sin embargo, en Alemania donde son más brutos y más bávaros de lo suyo, no se andan con tantas componendas. Allí, Hitler, su parafernalia y su apología están ilegalizados. Tan es así, que dos chinos que se encontraban frente al Reichstag haciéndose fotos, con el brazo en alto y gritando “Heil Hitler” fueron detenidos e imputados por “usar símbolos de organizaciones ilegales”.
O sea, igualito que aquí, pero al revés. Porque aquí la chusma seguidora del general de las piernas cortas estaba, hasta hace poco, subvencionada por el Estado protector. Sus actividades no sólo son legales, sino que además están amparadas por los que detentan el poder.
Ante lo cual uno se pregunta: ¿Quiénes son los raros, los alemanes o los españoles? Y obvia es la respuesta: los alemanes, por supuesto.
Los alemanes no tienen ni idea de lo que significa cinismo, reconciliación y café para todos.
Aquí, en España, el Jefe del Estado fue elegido por el antiguo dictador, los congresistas gozan de prebendas ideadas en la Transición para proteger a los exiliados retornados de la indigencia y del juzgado (aforamientos), y aunque han pasado 40 años de aquel simulacro de democracia, a la hora de poner la mano todo el mundo se da prisa.
Tan es así, que si la anécdota de los dos chinos hubiera sucedido en España, se solventaría invitándolos a un tour por el Valle de los Caídos y por el Pazo de Meirás. Eso sí, todo ello con cargo a los Presupuestos Generalísimos del Estado.


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