La metamorfosis de Nador.

                                          Antes y después de NADOR.

Cuando Nador despertó una mañana después de un sueño intranquilo comprobó asombrado que se encontraba durmiendo en el tejado. Se había convertido en dragón mientras dormía. Asomó la pezuña en el alfeizar de mi ventana, para que lo sacara a hacer sus necesidades, pero al darse cuenta de que ahora contaba con la facultad de volar, se lanzó a surcar los aires. En el barrio nadie se asombró, aquella mañana Chachipén se había dedicado a practicar el vil fornicio con Tulipán en el interior del coche, que ella le compró, y la gente estaba entretenida con los prismátiacos. Con tanto éxtasis lo de Nador pasó desapercibido. Al fin y al cabo, dragones ya los veían en los capítulos pirateados de Juego de Tronos. Sin embargo,  a Nador, volar y no llamar la atención le pareció raro. Decidió vengarse. Puso el culo en ráfaga, tal cual bandada asquerosa de gaviotas, y dejó todo el barrio echo un estercolero. Cuatro lavados después, y viendo que la mierda corroía las carrocerías, los vecinos alzaron sus ojos al cielo en busca de ayuda celestial. En vez de eso, lo vieron a él, a Nador. Para lucirse y atemorizar al personal, Nador desplegó las alas e hizo un picado. A resultas de tanta pirueta, le entró hambre y para solventar tamaño apetito, una docena de niños se quedaron sin el bocadillo de chope que tenían de merienda. Le estuvo bien empleado, no haber pasado por allí. Nador aulló, aún no había aprendido a hablar, de satisfacción. Porque, aunque él es más de Nocilla, todo hay que decirlo, y siendo un perro, disculpar, un dragón, el chope le parecía un alimento inadecuado por asqueroso. Volvió a volar, fue hasta la playa de Santa Cristina y con la máquina go pro que llevaba instalada en el lomo me envió un enjambre de lorzas tomando el sol y dándose unas aguas. Lo llamé practicando el silbo gomero. Acudió presto a mí llamada. Me dijo que echaba de menos ser perro y que también echaba de menos dormir arrebujado en el sofá. En el tejado, añadió, las noches se hacen muy ventosas. No son de mí agrado. Además, se quejó, tengo antena pero no televisión. Le comuniqué que nada podía hacer yo para mejorar su calidad de vida, y me contestó que no me preocupara, que se ponía en mí lugar. Lo malo, y eso no se lo dije, bastantes problemas tiene ya, es que desde que a Nador le dio por convertirse en dragón, el ayuntamiento me tiene machacado. Están empeñados en que pague plaza de residente. Y aunque eso pueda parecer malo, que lo es, lo peor no es eso. Lo peor es que también quieren que recoja sus deyecciones aplicando el artículo no sé qué del reglamento no sé cuántos. Les argumento, eso no puede ser. En todo caso, cómo lo hago. Y siempre me contestan lo mismo, eso no es nuestro problema. Es problema suyo y como es problema suyo, usted es quien debe solventar el problema. ¡Tócate los bemoles! No sé, pero para mí que tengo difícil conseguir que alguien me haga caso. Como siempre. Ya me veo emplumado a multas y embargado hasta el fin de mis días. Y todo por culpa de tener un perro que un día durmió mal y se convirtió en dragón. No sé, pero para mí que La Metamorfosis es un libro basado en la historia jamás escrita de Nador. Claro que ese es otro desparrame de marca mayor.

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