De las redes sociales.

                                                       Gloria López  fotografía artística

Ni escribo con afán sociológico ni tampoco practicando eso que ahora se viene llamando el “postureo”, sólo escribo. Y constato que las redes sociales han venido a cubrir un hueco que casi todos teníamos en nuestras vidas. Bueno, hay gente que ese hueco ya lo tenía cubierto antes. Hablo de algunos espectadores-despotricadores que van a ver espectáculos para luego cagarse en algo o en alguien, independientemente de si el espectáculo es bueno, malo o regular. Hablo de los críticos profesionales, ahora con plataforma y que la utilizan como púlpito desde el que arengar a los infieles. Hablo de los que siempre tienen razón. De los tontos del culo, que siempre tendrán escusa, porque de ellos será el reino de los cielos. De… de todos esos. Bueno hay mucha calaña, tampoco se trata de referenciarlos a todos. No daría abasto. Al fin y al cabo hablaba de excepciones y es ahí donde las redes sociales han venido a democratizar el despropósito. Ahora todos somos así, y por mucho que algunos nos neguemos a engrosar tal batallón, en él también estamos. Porque, hay que decirlo: todos los que estamos en una red social, todos, estamos abocados a la gilipollez. Supina. Antes o después. Todos. Del fenómeno no se salvan ni los más fenómenos entre los fenómenos. Todos. Y si no me creéis, abrid el muro de alguien y mirad lo que pone. Foto de perfil, majo, majete como un salmonete. Foto de portada, ¡ay, qué currada! Información de la biografía, cuidadito no os llevéis un golpe. Estudios, sí y un jamón por la universidad de Firestone. Amigos, ni de coña, eso no son amigos, eso son conocidos y gente que pasaba por allí. Nivel de bondad alcanzado, level Dios. Continuamos a bingo. Alcance de la publicación, hasta donde habite el neutrino común. Foto de comidas, escandaloso es el querer. Foto de la guarrilla común, te pide amistad y se llama Yolys Ulthramunder. Dice que folla, que está muy caliente y que necesita a alguien muy, muy dotado. Bien, no habla de mí. No tengo dote alguna. Pasemos a otra cosa, mariposa. Demostración del nivel cultural, no escribir por si ascaso, por si acaso. Nivel de patada al diccionario, a seguir. Siempre. Aficiones, diversas son las series. Fotos, muchas, a mandar. Álbumes, más que suficientes. Fotos de tu pie, bien, gracias por el oreo. Foto de la cocorota, por delante y por atrás. Foto de momentos íncubos, arriba y abajo. Nivel de tolerancia al político, va por zonas. Zona azul, Arriba España y se acabó. Zona roja, prohibido aparcar lechuginos. Zona verde, residentes y jubilados. Me gusta, Qué gracejo, Me asombra, Me divierte o Me enoja y de paso, y tal vez, le doy al me gusta, muy gustosamente. Vuelven las relaciones sociales, ahora en diferido. Uy, no me puedo olvidar de dar al me gusta de no sé quién, no vaya a ser qué; uy, no me puedo olvidar… Agenda de hoy: Luis coge el paraguas porque van a caer chuzos de punta ahí donde vives. Luis, has eliminado a un amigo, no te preocupes, no se lo diremos. Estado del bicho, es complicado. Entro en éxtasis: Ay, caray, que me sabe a Calisay. Pero, faltan cosas. Cosas necesarias y que si las tuviéramos se harían imprescindibles. El botón del “sabes”. El botón del “mecagonlacona”. O el botón de “a rañarla”, para los gallegos; para el resto del personal dos opciones: versión vernácula de su elección o frase castellana tipo: “a tomar por culo, coño”. Se puede estudiar la versión polaca de fin, “koniek”. Mola mazo. Tanto como el botón “O sea” también es muy pedido en algunas instancias, y el botón “mecagonlamadrequeteparió” demandado por algunos pagos, para solventar múltiples situaciones.
En las redes sociales el mundo es un pañuelo, y aprovechando que todos, absolutamente todos, disponemos de plataforma, aprovechamos la coyuntura y expresamos, casi mejor que en ningún sitio, cómo somos realmente. Lo que molesta se bloquea y a quién no quieres ver, no lo ves ni aun siendo supuestamente amigo. Sé de casos. Lo que sí es obvio es que el que es imbécil lo es independientemente de que tenga o no tenga perfil en red social alguna. Porque el imbécil es como Dios, pero sin misterio: ubicuo, omnipresente y omnisciente. Una auténtica plaga.
Y ahora viene la mala noticia, después de observar la cosa ésta con distancia y altura suficiente, he decir que la cantidad de anormales que circulan por las redes sociales es directamente proporcional a la cantidad de mamarrachos que hay por las calles. Por tanto, ni os extrañéis ni os hagáis los puros ante los comentarios de los más merluzos. Porque, amigos y amigas, todos y todas: estamos en riesgo.
Así que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.  
Pd. “Mecagoenlamadrequeteparió”, ¿quién fue?


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