Ni escribo con afán
sociológico ni tampoco practicando eso que ahora se viene llamando el “postureo”, sólo escribo. Y constato que
las redes sociales han venido a cubrir un hueco que casi todos teníamos en
nuestras vidas. Bueno, hay gente que ese hueco ya lo tenía cubierto antes.
Hablo de algunos espectadores-despotricadores que van a ver espectáculos para
luego cagarse en algo o en alguien, independientemente de si el espectáculo es
bueno, malo o regular. Hablo de los críticos profesionales, ahora con plataforma
y que la utilizan como púlpito desde el que arengar a los infieles. Hablo de
los que siempre tienen razón. De los tontos del culo, que siempre tendrán
escusa, porque de ellos será el reino de los cielos. De… de todos esos. Bueno
hay mucha calaña, tampoco se trata de referenciarlos a todos. No daría abasto.
Al fin y al cabo hablaba de excepciones y es ahí donde las redes sociales han
venido a democratizar el despropósito. Ahora todos somos así, y por mucho que algunos
nos neguemos a engrosar tal batallón, en él también estamos. Porque, hay que
decirlo: todos los que estamos en una red social, todos, estamos abocados a la
gilipollez. Supina. Antes o después. Todos. Del fenómeno no se salvan ni los
más fenómenos entre los fenómenos. Todos. Y si no me creéis, abrid el muro de
alguien y mirad lo que pone. Foto de perfil, majo, majete como un salmonete.
Foto de portada, ¡ay, qué currada! Información de la biografía, cuidadito no os
llevéis un golpe. Estudios, sí y un jamón por la universidad de Firestone.
Amigos, ni de coña, eso no son amigos, eso son conocidos y gente que pasaba por
allí. Nivel de bondad alcanzado, level Dios. Continuamos a bingo. Alcance de la
publicación, hasta donde habite el neutrino común. Foto de comidas, escandaloso
es el querer. Foto de la guarrilla común, te pide amistad y se llama Yolys
Ulthramunder. Dice que folla, que está muy caliente y que necesita a alguien
muy, muy dotado. Bien, no habla de mí. No tengo dote alguna. Pasemos a otra
cosa, mariposa. Demostración del nivel cultural, no escribir por si ascaso, por
si acaso. Nivel de patada al diccionario, a seguir. Siempre. Aficiones,
diversas son las series. Fotos, muchas, a mandar. Álbumes, más que suficientes.
Fotos de tu pie, bien, gracias por el oreo. Foto de la cocorota, por delante y
por atrás. Foto de momentos íncubos, arriba y abajo. Nivel de tolerancia al
político, va por zonas. Zona azul, Arriba España y se acabó. Zona roja,
prohibido aparcar lechuginos. Zona verde, residentes y jubilados. Me gusta, Qué
gracejo, Me asombra, Me divierte o Me enoja y de paso, y tal vez, le doy al me
gusta, muy gustosamente. Vuelven las relaciones sociales, ahora en diferido.
Uy, no me puedo olvidar de dar al me gusta de no sé quién, no vaya a ser qué;
uy, no me puedo olvidar… Agenda de hoy: Luis coge el paraguas porque van a caer
chuzos de punta ahí donde vives. Luis, has eliminado a un amigo, no te
preocupes, no se lo diremos. Estado del bicho, es complicado. Entro en éxtasis:
Ay, caray, que me sabe a Calisay. Pero, faltan cosas. Cosas necesarias y que si
las tuviéramos se harían imprescindibles. El botón del “sabes”. El botón del “mecagonlacona”.
O el botón de “a rañarla”, para
los gallegos; para el resto del personal dos opciones: versión vernácula de su
elección o frase castellana tipo: “a
tomar por culo, coño”. Se puede estudiar la versión polaca de fin, “koniek”. Mola mazo. Tanto como el botón
“O sea” también es muy pedido en
algunas instancias, y el botón “mecagonlamadrequeteparió”
demandado por algunos pagos, para solventar múltiples situaciones.
En las redes sociales
el mundo es un pañuelo, y aprovechando que todos, absolutamente todos,
disponemos de plataforma, aprovechamos la coyuntura y expresamos, casi mejor
que en ningún sitio, cómo somos realmente. Lo que molesta se bloquea y a quién
no quieres ver, no lo ves ni aun siendo supuestamente amigo. Sé de casos. Lo
que sí es obvio es que el que es imbécil lo es independientemente de que tenga
o no tenga perfil en red social alguna. Porque el imbécil es como Dios, pero
sin misterio: ubicuo, omnipresente y omnisciente. Una auténtica plaga.
Y ahora viene la mala
noticia, después de observar la cosa ésta con distancia y altura suficiente, he
decir que la cantidad de anormales que circulan por las redes sociales es
directamente proporcional a la cantidad de mamarrachos que hay por las calles.
Por tanto, ni os extrañéis ni os hagáis los puros ante los comentarios de los
más merluzos. Porque, amigos y amigas, todos y todas: estamos en riesgo.
Así que el que esté
libre de pecado que tire la primera piedra.
Pd. “Mecagoenlamadrequeteparió”, ¿quién fue?
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