Que el mundo está lleno
de ristras de chorizos no lo duda nadie a estas alturas. Y como para muestra
sirven unos cuantos botones no hay más que mirar el comportamiento cínico y
olvidadizo del que todos hasta hace unos días creíamos ministro y que al final
salió frutero.
Sí, el ministro Soria.
Ése elemento pernicioso que osó ponerle un impuesto al sol, y que para ello
contó, nada más y nada menos que con la anuencia de todo el Consejo de
Ministros.
¿De qué se acusa al
señor ministro? ¿Acaso se le acusa de ser ministro, de sus actividades como
frutero offshore, de ser señor o de ser truhan?
Creo que se le acusa de
vender la fruta podrida de sus mentiras. Porque acusar, acusar, no se le acusa
de nada, ni siquiera de ser uno de los ministros más infames del gobierno en
funciones de Rajoy. Y mira que tiene competencia el muy frutero.
Y también se le acusa
de ser mentiroso.
Porque este hombre, de
apellido Soria, pero canario de origen y colmado de fruterías diversas, estafa a
la España que dice servir como ministro cuando en realidad es frutero. El
ministro frutero es un mentiroso.
También se le podría
acusar de felonía, de copiar y pegar los modos y maneras de los godos a los que
tanto parece admirar, y de seguir el rumbo marcado por algún que otro ex
presidente hacia la riqueza compulsiva.
Sí, porque el que
otrora fuera su jefe, el felón entre felones Aznar, ha emprendido una tenaz
carrera para atiborrar de billetes sus abdominales, mientras, al tiempo,
practica el deporte olímpico que es dar consejos.
Eso sí, todo legal
aunque no necesariamente ético. Todo muy del estilo del crucificado Monedero.
Se dedican al simpa político económico para regodeo y
engorde de sus chanchullos, y si el felón de los abdominales se da cobertura
con las supuestas conferencias que ofrece, el ministro hace lo propio
dedicándose a lo suyo: a la frutería.
Muchos son los cargos
políticos que tendrían que dar explicaciones del porqué del incremento
exagerado de sus patrimonios. Los ex presidentes los primeros. Porque, no sé a
vosotros pero a mí me huele a chorizo ahumado todo lo que emana de esta ristra.
Por un lado sabemos que un Presidente del Gobierno en activo cobra unos ochenta
mil euros brutos anuales, y por el otro también sabemos que, tanto el felón
Aznar, como el felón Felipe, se compraron casas por importe de varios millones
de euros. ¿Cómo es posible? ¿Acaso este par de dos saben hacer el truco de los
panes y de los peces versión billetes?
Debe ser.
No sé, pero para mí que
aquí hay algo raro. Al menos lo parece. Y ni siquiera se toman la molestia de
guardar las apariencias tal y como se le exigía a la mujer del César, quién aún
siendo más puta que las gallinas tenía que aparentar lo contrario.
Es que ni se molestan,
vamos.
¿Para qué se van a
molestar? ¿Acaso hay alguien en este país dispuesto a investigar a ese par de
gaznápiros?
No lo verán vuestros
ojos.
Por cierto, ¿y lo de
los Pujol y lo de Rato cómo va?
Lo pregunto más que
nada porque al impaciente Mario Conde ya lo han enviado al trullo por retornar
lo mangado.
Ante lo cual uno se
pregunta: ¿Qué pasa, es que a los que no retornan lo que se llevaron prestado
no hay que meterlos en la cárcel?
Bueno, no sé. Tal vez,
quizá o mejor otro día. Tampoco hay tanta prisa. Mejor lo dejamos para otro
día.
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