DE JUMENTOS Y MONOSABIOS.

Corría el año 2058, y aun cuando el mundo mundial no se había repuesto de las celebraciones habidas con motivo del centenario del insigne e ínclito escritor de medio pelo que fue un tal Tiraboleiro, el celebrado académico Pérez Invierte dictó cátedra en una famosísima sentencia publicada en su página de Twitter.
En realidad se trataba de un extracto de sus memorias perpetradas con el rimbombante título de: De Jumentos y Monosabios.
Decía Pérez Invierte:
“España ha despertado, los jumentos se han entregado, abjurado han sus deberes y una vez entregados bienes y haciendas, los monosabios han alcanzado un principio de acuerdo para el reparto”.
Efectivamente. Esa ligera oda dedicada a su amigo Tiraboleiro, al que entre líneas se intuye lo que dice, catapultó a Pérez Invierte a lo más alto del trending topic.
A consecuencia de la misma se constataron en la tumba de un tal Joaquín Sabina, cantante que fue de voz rota y sonoros pareados, temblores de tierra atribuidos a la más canora de las envidias.
Incluso se rumoreó que el cineasta Almodóvar perpetraría una nueva película del género naif gay recurrente, y que en ella saldrían un coro de maromos, vestidos de vicetiples, deleitando al antes conocido como respetable con cancioncillas acordes a los nuevos tiempos para la lírica.
Pero vayamos a la realidad.
A Pablo Iglesias ya le habían salido canas en los pelos de los huevos de tanto esperar, cuando recibió una llamada. Del otro lado del celular se oía una voz ronca y cavernosa que decía: oye, Pablo, tú no crees que ya va siendo hora de hacer algo.
No sé, contestó Pablo, sólo te puedo decir, y te digo, que estoy desolado.
La cosa no era para menos. Después de casi cuarenta años de espera, Errejón había tirado la toalla. Había decidido debutar como novillero bajo el sonoro nombre de Er Niño Errejón. Y con el éxito asegurado y las plazas llenas, Er Niño Errejón deleitaba a la concurrencia con corridas muy sentidas y dignas del mayor de los elogios.
Mariano Rajoy, que se había muerto por los años treinta de la actual centuria, había sido sustituida en el cargo por Soraya Minión. Y aunque estaba harta de estar siempre en funciones y con el papel higiénico del BOE en la mano, aplaudía el principio de acuerdo alcanzado.
Se acordó, y todos lo firmaron, que para gobernar España lo mejor sería no andarse con chiquitas. Al pan, pan, y al vino como fieras. Hicieron un decreto ley que pasó a la posteridad con el popular nombre de A la pata la llana, y en el que se acordaba lo siguiente:
A partir de ahora y hasta que tengamos nuevas ocurrencias que ofrecer, España pasa a ser gobernada por el partido o partidos que demuestren más arte y conocimiento a la hora del mangue. Señalamos a nuestros homólogos, los políticos catalanes, como referencia de moral indiscutible e inalienable a la hora del trinque, porque ellos, inasequibles al desaliento, han probado de forma veraz e indiscutible que el movimiento se demuestra andando, y que si estás a Dios rogando y con el mazo dando, se puede hacer desaparecer un país entero.
Para finalizar tamaña ordalía y darla por superada se imprimieron pasquines con los nombres de los concursantes del programa Una elección al año no hace daño.
Los equipos de marketing esta vez fueron claros: Vota a… el más mendaz. Escaño asegurado. Vota a… ése sí que es un corrupto y no otros. Maneras de ministro. Vota a… con más de dos docenas de cuentas en… nadie le va a dar lecciones de. Mimbres presidenciables.
Y así, con el pijo sacado por las prisas, se celebraron unas nuevas elecciones.
Las ganó Brios por un estrecho margen, y para celebrarlo lo primero que decretó fue algarabía general y despendole.
Después se fue unos días a descansar a Panamá y se metió un par de rayas de off-shore de pura legalidad.
Cuentan que, felices todos, todos los jumentos se unieron al colocón, y juntos cantaron a voz en grito: Qué buenos son los cuerpos represivos, qué buenos son que nos llevan de excursión.





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