MÚSICA PARA BATRACIOS.

Los perniles del mambo, con micrófono por maraca, también escriben columnas en periódicos y semanales. Usan y abusan de la palestra a la caza de la audiencia o del lector. Para ello utilizan de ariete el  adjetivo grueso, el mancebo y el hortera tal cual ellos.
Y siendo, como son, los pata negra del oficio, parecen de disfrutar de bula y canonjía para decir por los agujeros de sus regaderas lo que les salga del ojal. Dicen tonterías y propalan infundios, y después, reincidentes ellos, las pasan a limpio en algún periódico digno de guardería.
Todo es amarillo en algunos periódicos-orinales, que alumbrados por estos intelectuales del medio pelo y del soslayo, no sirven ni para limpiar un culo. Porque tal acción bien podría ser tildada de dispendio, y tampoco es plan.
Esta cierra España para algunos, y sacrosanta para otros es la marca de estos sacamantecas. Tierra plagada de conejos patriotas en la que unos pocos se recubren de celofán verde billete, mientras predican y no dan trigo. Practicantes de la golfería, golfos y señores del adjetivo, son escudos y escuderos del anónimo caballero felón que es don Dinero.
Muchos son los paladines que perpetran artículos sin oficio obteniendo, eso sí, subvención y beneficio. Siempre a las órdenes del político electo se convierten en voces de su amo, en perritos lamedores pero poco mordedores.
Son ellos, algunos periodistas, practicantes del otrosí, y del más y más, los que apacientan  la grey y ocultan a los Dorian.
Altos y bajos hay, de bigote y zangolotinos, paritario en femenino, algunos son de la especie tertuliana, y los más de la marrana. Los hay furibundos y apocalípticos, y también sensibles e informados. Los capaces no sucumben al bote pronto de la ira, los zoquetes chillan como ratas.
A la vista está. No hay que poner más que el oído y escuchar.
En las radios suena la melodía de estos locutores fieles y propagandistas de lo establecido. De su capa un sayo, de sus babas un programa y un reguero. Encima alguno escribe, y no es el menos.
Lo hacen para sus fieles, para los ávidos de arengas porque de ellos será el reino de los cielos. Los fines de semana, relajados, escriben redacciones que pasan por artículos. Y les pagan porque prenden mechas de sus fósforos y les exaltan de los ardores. No dan pan, pero sí pasteles. Son insensibles Antonietas del adjetivo pastelero, y sus ojaldres tan floridos como caducados, se llenan de verbos y predicados. Siempre al servicio del mejor postor.
Tienen una tarea encomendada:
Deformar la verdad.
Y la cumplen, rajatabla es contraseña.
El objetivo es el miedo y la rendición de los infieles. El argumento usado es el más común de los sinsentidos, el trilero y manejable, el que cambia a conveniencia.
El final es el silencio de los corderos.
Unos hablan cual escarabajos en dialecto pelotudo. Otros callan, otorgan y siguen a lo suyo. Mientras, los más, adormecen sus sentidos viendo Tele 5 y disfrutando del pareado que acaba en hinco.


No hay comentarios:

Publicar un comentario