El argumento esgrimido
por el mendaz ministro de Hacienda Cristóbal Montoro con ocasión de la amnistía
fiscal fue que así, de esa manera, retornaban a España capitales hasta ese
momento ocultos, y que a partir de ahí, gracias a su sagacidad, ingenio y buen
hacer, las arcas españolas aumentaban su capacidad de recaudación.
¡Mentira!, y además con recochineo.
Los capitales que
retornaron tributaron supuestamente por un diez por cien, aunque la realidad
nos dice que se trató de otra falacia, porque lo cierto, como después se
comprobó, es que todos los señoritos/as que se acogieron y celebraron la sagaz
idea del ministro tributaron por bastante menos.
Después de esto, y siguiendo
el ejemplo dado por el ministro, habría que considerar el nuevo episodio
protagonizado por el ínclito caco Mario Conde como una aportación al bien
patrio al retornar lo supuestamente mangado en Banesto a tierras españolas.
Los argumentos los
carga el diablo, y los pillabanes no sólo se las saben todas sino que también
cuentan con el asesoramiento de los mejores profesionales. Ministros incluidos.
Mamporreros educados a imagen y semejanza de los señoritos/as a los que sirven
con pasión y denuedo.
En esas estamos.
En la ciénaga en que
están convirtiendo España croan los batracios, y aún no contentos con mangar lo
que mangan también nos dan lecciones. Lecciones diversas de patriotismo
económico y de supuesto buen hacer. Y aunque la realidad nos muestre que este
país tiene un gran problema que se llama corrupción
y que afecta a todas las
instituciones del Estado, los políticos siguen empeñados en no hacer nada para
resolver la cuestión.
Al señorito Mario
Conde, un conocido reincidente, le tengo oído perorar sentado en tertulias
televisivas sobre los males de España y cómo erradicarlos. La solución Conde es
de aplicación en las mejores escuelas de negocios, y seguidas en tropel por la
pequeña legión de adeptos y adictos a la corrupción. Se trata de la descolocación del capital.
La primera regla es
sencilla: lo mangado aquí lo llevamos
allí. El dinero hay que moverlo.
Eso sí, cuando las
cosas se calmen y el Gobierno de turno anuncie a bombo y platillo rebajas a los contribuyentes delincuentes es
el momento de que lo mangado regrese a a España a ritmo de pasodoble, con
fanfarria de ministro, y alfombra roja.
Al parecer, y mira que
dicen que es inteligente el muy cebollino, el Mario Conde éste no debe entender
una cuestión tan simple.
Es más, se adelanta a
la jugada y lo acusan de cometer “renuncios”,
siendo, como es, el primus inter pares de
esta jauría de bellacos.
Pero, señor Conde, ¿no
se da usted cuenta, hombre de Dios, que si practicara la virtud de la paciencia
la cosa le podría salir gratis?
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