Lo primero que te
recomiendan cuando acabas tus estudios de espía es que abras una cuenta en
Suiza. Conviene. Al principio sólo lo intuyes, pero con el tiempo, además, de
la contabilidad creativa con el manejo de fondos reservados, también tienes que
añadir la gestión y optimización de tus propios gastos.
Hablo de dietas,
kilometrajes y presupuesto para inversiones.
Conviene ser sutil y
repartir juego. Así, a cuanta más gente impliques en tus negociados más cerca estarás
de gestionar con éxito tus actividades.
Olvídate de las
alcantarillas, eres una persona pública y a la vez un personaje anónimo, por
tanto, tienes que aprender a gestionar tú intimidad más íntima. O sea que, hazlo
bien, porque si te trincan practicando el contubernio, todos los que hacen lo
mismo que tú, se van a poner exquisitos y te van a dejar tirado.
Es un hecho. Por tanto,
cuidado. Asegúrate de hacerlo bien o no lo hagas. No hay más opciones. Porque
hacer las cosas mal en este oficio no es de recibo. Aquí los aficionados, y los
Amedos de la vida no tienen cabida. Son errores. Simplemente. Y los errores no
se toleran. No se puede consentir que, el
contratado, se descontrole y que emplee el dinero que recibe para ir de
putas. Por ejemplo. O para ir al casino y perder. Eso es hacer el mamarracho
dos veces. No es profesional. Porque, si tú coges ese dinero y… por ejemplo, lo
deslocalizas. Pues… es otra cosa. Robar para hacer el memo no es de gente
honrada. Si robas que al menos te cunda. Es muy elemental.
Yo, por ejemplo, cuando
robo, robo con mucha profesionalidad. Bueno, cuando robaba. Que ahora que ya
estoy jubilado me tuve que sacar del vicio. A la fuerza ahorcan. Menudo mono tuve
al principio. No podía ir ni al supermercado. Se me iba la mano a los
caprichos. El día que toqué fondo fue una mañana que me cogieron robando un
jamón de jabugo y unas botellas de Vega Sicilia. Ese día decidí ponerme a tratamiento e ir al sicólogo. Qué
estrés. Lo dejé muy apañado de lo suyo. El pobre tenía problemas de
comprensión. Era nuevo en eso de ser sicólogo, y como yo ya tenía mucha chapa y
pintura en lo de ser espía, le hice unas confidencias, y… lo arreglé. Todo muy
esencial. Allí sólo robaba revistas. El Hola, el Diez Minutos y el Pronto.
Fundamentalmente. A veces también tenía el Muy interesante y Todo coches. Hice
una buena colección. Las vendí al peso en el rastrillo y me saqué un dineral.
Con ese dinero compré una parcela, la urbanicé y la hipotequé. Después se la
vendí a un fondo buitre. Sí, buitre. Esos que comen todo tipo de mierda. Con la
plusvalía resultante, invertí en bienes raíces y me compré un pazo de décima
mano. También compré un helicóptero de segunda mano para que el mayordomo fuera
a comprar caviar. Y así vivo ahora. De forma harto sencilla. Sin llamar la
atención. Y todo se lo debo a prestar atención en clase de contabilidad
creativa. Porque lo de ser espía está muy bien. Pero lo importante y principal
es hacer un pastizal. Y si no mirar para los políticos que nos rodean. Unos
incomprendidos. Porque si a nosotros nos dan Contabilidad creativa módulo 1,
ellos reciben el curso intensivo de Módulo Experto.
Otro nivel. ¡Dónde va a
parar! Hay que ponerse más en el lugar de
la gente y no hablar tanto. Empatía, hombre-mujer, empatía. Más de ocho millones
ya la practican y dicen ser felices. Así que, ¿a qué esperas?