Del oro de Moscú al chocolate del loro.


Hay cosas que se antojan inexplicables, prueba de ello la dan a diario todos esas personas que, aficionadas, estudiadas e interesadas por los sucesos paranormales dedican su tiempo y su esfuerzo a investigar tales fenómenos.
Y cuando creíamos que el catálogo de hechos paranormales ya no daba más de sí, los españoles, al menos esa parte que presta atención a estos hechos, ha encontrado un nuevo filón: Rusia.
De tal forma, que no contentos con lo que ya había, los nuevos Iker Jiménez que en este mundo son, ahora dedican tiempo, esfuerzo e inversiones diversas a explicarnos el comportamiento del hacker ruso, de su influencia y, por ende, de su expansión en este mundo cibernético.
Antes, cuando éramos misérrimos, hablábamos del oro de Moscú. Después, y gracias a la evolución de las especies, se le dedicó tiempo al demonio ruso, que no era, precisamente, Demis Rousos, ni su afamado triquitriqui, sino otra forma de andar jodiendo.
Por eso, para acabar de dilucidar la cuestión, y por mor de los nuevos tiempos, ahora los mandamases del mundo mundial prestan atención a la fenomenología y casuística aplicada del ruso común y de su extraña influencia que éste, supuestamente, tiene en nuestras vidas.
Porque, no hay cosa que suceda en este mundo sin que detrás esté un ruso. Tanto que, parece ser, por lo que tengo entendido, que hasta los americanos están altamente preocupados por la influencia que tienen los rusos en su vida diaria.
Dicen estos malandrines, utilizando al éter como excusa, que los rusos están en todas partes, que se preocupan por todo y que se ocupan de todo. Tanto que hasta el Naranjito que eligieron como Presidente no salió electo gracias la mayoría de vulgares neutrinos que componen la población americana, sino por la gran influencia que emplearon los soviéticos a la hora de su erección.
Sí, porque los rusos, al parecer, lo prefirieron a él y apostataron de a la esposa del ex presidente y experto en felaciones internacionales que fue Clinton, de nombre Bill.
Por tanto, y que quede claro, si en EEUU tienen como presidente a un auténtico neutrino la culpa no es de quien lo votó. Al contrario, se acude al demonio ruso como forma de explicación y expiación, de dicha fenomenología. El surrealismo enseñorea sus fauces, y los rusos, lo sabe todo el mundo, son los culpables de todo lo malo que nos sucede.
Otra prueba, dicen los copiones españoles, esos que cuelgan la bandera del balcón tal cual golondrinas fueran, la tenemos en Catalonia.
Allí, siempre y según ellos, los rusos también hicieron de las suyas y perpetraron sus saqueos cibernéticos. Gracias a lo cual, el astronauta deslocalizado que es Puigdemont, acompañado de sus secuaces y a la vez palmeros, estuvieron a punto de perpetrar un golpe de Estado, o de Autonomía. Según se mire, decir de bizco.
Por tanto, y quede claro, el contubernio vuelve. El Prêt-à-porter de este año dice que la estelada está de moda, y que la roja y gualda, si pende del balcón, es lo más de lo más.
Sin embargo, los peperos de toda laya y condición, con la complicidad de esos dos partidos tan democráticos como anodinos, que son Ciudadanos y Psoe, quieren llevar aún más lejos la cuestión.
Para ello, y sin ningún remilgo, están pensando en redescubrir aquel obsoleto argumentario franquista que hablaba de que en España había un contubernio judeo-masónico siempre dispuesto a alterar el orden del producto.
Y es que, era sabido. Se veía venir.
Por eso, cuando los ciudadanos vemos que nuestros demócratas de cabecera cuelgan la bandera del balcón, sabemos que lo hacen por aquello del contubernio. Y quizá, también, vaya usted a saber, porque a río revuelto ganancia de pescadores. Eso sí, siempre para el chino de la esquina.


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