Facha.


La última moda en España ya no es la envidia y la mentira, que también. Aquí, últimamente, a nuestras narices llega ese ligero hedor que desprende el insulto.
Y el que parece estar en boca de todos, y el que más se utiliza como arma arrojadiza es el de facha.
Facha, dicen todos al pasar; facha y no lo dicen por faltar; facha, facha y más que facha. La matraca es cansina.
Tanto que, si no lees, oyes o escuchas el vocablo que es facha, al menos, una docena de veces al día, a lo mejor, tienes que confesar que no has vivido o que no estás leyendo con propiedad.
Facha, a mí me lo tienen dicho mucho. Me lo han dicho algunos amigos, que después resultaron no serlo tanto, me lo dijeron algunos conocidos, algún familiar e incluso algún aguafiestas.
Facha, así con las cinco letras y sin manos. En toda la cara. ¡Zas!
Estás hablando, tratando de explicar algo o de hacer un chascarrillo de cualquier cosa, y viene un impropio, te interrumpe antes de que puedas acabar la frase, y zas, te suelta un facha. En todo el belfo. Al principio quedas cuasi patidifuso, luego te acostumbras. Miras para quien lo dice, a veces por primera vez, y reparas:
Estás ante el neutrino mayor del reino. Gente que circula sobrada de adjetivos y con el espumarajo siempre en la boca. Personas negativas. Incapaces de ver el defecto en el ojo propio ocupados como están en mirar todo lo negro que la vida ofrece. En todo caso, mindundis.
Quizá por esa razón, hoy no sea un mal día para hacer un somero boceto del mindundi común, de ese ser que siempre tiene la razón y que utiliza el insulto como boomerang porque después le estalla siempre en el morro. Aunque, también hay que señalar, que prácticamente todos los que mindundis que en este mundo son, no son conscientes, ni por lo más mínimo de su condición. Al contrario, parecen creerse monedita de oro, como diría una mexicana que yo me sé, y la sal y pimienta de la buena sociedad.
El mindundi común (ambos sexos), es esa persona que según se levanta ya destila mal humor, y que antes de salir de casa ya tuvo unas palabras altisonantes con el armario, con el desorden de la cocina y con los suelos sin fregar.
Es una persona inteligente, tanto que a su lado todos los demás son tontos. Los políticos son tontos, cómo habrán llegado ahí; los jueces son tontos, posiblemente también venales; y en general, todo el mundo es tonto.
Todos son tontos menos él o menos ella, que los mindundis son muchos y además tienden a reproducirse entre ellos.
Claro, siendo tan listos y tan inteligentes, se creen con el deber inexorable de aleccionar a la humanidad que los rodea y para ello no escatiman en filípicas. Son esos, que siempre incluyen en todas sus oraciones la palabra tonto y ahora, como está de moda, la tan mentada que es facha. Además, para demostrar su poderío intelectual y que están muy por encima de los tontos que los dirigen, suelen impartir lecciones magistrales en Twitter o en Facebook. Allí se explayan a diestro y siniestro. Llaman facha a todo quisqui, sin discriminar, e incluso algunos, los más vehementes de esta raza, para demostrar que ellos son listos y demócratas, amenazan a sus congéneres con hacerles algunas lindezas.
Eso sí, cuando alguien se ofende, se enfada y les reprocha algo, ellos argumentan con su publicitada honradez en Twitter y en Facebook y siguen a lo suyo, presumiendo de bonhomía. Pero si él afectado/a, les amenaza con interponerles una demanda por insultos, amenazas y vejaciones, ellos siempre se defienden utilizando el argumento de la privacidad y el derecho a la libertad de expresión.
Porque, este tipo de neutrino, tan abundante como el envidioso y el mentiroso, se cree en posesión de la verdad absoluta y con derecho a llamarle tonto y facha al primero que no esté de acuerdo con él o con ella.
Por tanto y desde aquí, os lo digo: anda y que os ondulen.  Ah, y un consejo:
Id siempre por la sombra.


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