¿Y a éste señorito quién lo eligió?


Por ende, ¿de dónde le viene la autoridad moral para leer las cosas que le escriben?
Si hay algo que me repatea es la monarquía española. La de los otros lados me la trae al pairo, porque yo, no sé vosotros, todavía no vivo en otro sitio.
Reitero, ¿a cuento de qué viene tal invento? ¿Es qué, acaso, los españoles necesitamos de un lector oficial de redacciones ajenas a título de Rey?
Jesús, ¡qué lección de democracia! Y encima, da la impresión de que éste muchacho cree tener razón. Quizá sea gracias a los mamporreros del periodismo que lamen con fruición su irreal culo.
Natural, a ver quién es el tonto que no se crece en trance igual.
Pero, ¿qué hay que interpretar? Mejor lo pregunto de otra manera: ¿La estupidez se interpreta?
Pues eso, que el otro día, al parecer, al todavía Rey de España, a ese chico alto y ahora barbado, lo sacaron en todas las cadenas. Tiremos de la cisterna, pues huele.
Todo por la patilla. Sin necesidad de presentarse a ningún concurso de esos que tanto abundan, y después de haber ganado la oposición a Rey por el turno restringidísimo, ése chico, casado con Letizia (con Z de republicana) y padre de dos niñas, ha sido erigido como estandarte y heredero del real pendón que todavía tiene por padre.
Tanto ha crecido el mamandurrias éste que incluso se atreve a hablar, perdón, a leer, cosas sobre el machismo o el maltrato, cuando él usurpó, con la connivencia de todos los partidos políticos de la época, el trono de España a su hermana mayor Helena. Mamá de Froilán por si necesitan ustedes más méritos. Y por muy legal que fuera la cosa, que al parecer lo fue, pues en el Supremo parecen estar más que cualificados para inventar Doctrinas diversas a favor de personajes de ¿fuste? (miren, si no, lo de la Doctrina Botín, que no tiene desperdicio)  también conviene recordar que al nieto de Franco (don Francis, igual que la mula), los procuradores en cortes de su abuelo acordaron cambiarle el orden de los apellidos para mayor peloteo del general exagerado que fue su abuelo.
El caso es pelotear. Ante lo cual aviso:
Sólo falta imponerle a las monedas la leyenda Por la gracia de Dios, y oye: igualito que el abuelo putativo, un tal Francisco Franco. Otro pedazo de mula que inventó la Democracia Inorgánica.




El desolado panorama catalán.

                                                                                                        Foto sacada de el Periódico

El Pp en Cataluña jamás tuvo relevancia alguna. Y ahora, gracias al candidato que presentan, que más presunta Bestia no puede ser, la Bella Arrimadas parece destinada a recoger el testigo que éste deja.
Lo malo es que en el fondo parecen ser lo mismo, y lo peor de todo es que lo son. Sólo varía el discurso, la puesta en escena y la credulidad (y la desmemoria) del votante. Porque el votante cree ver en el discurso de la Bella (¿?) Arrimadas la solución de los problemas, mientras que en el discurso de la Bestia (¿?) Albiol el sumun de todos los despropósitos. Y si entre Bella y Bestia hay un Bailarín, pues…
Arrimadas cuando sube a una palestra dice lo mismo que Albiol, pero de otra manera. Es más suave en las maneras, argumenta mejor el discurso y se permite prometer cosas que después sabe que no va a cumplir. Total, qué más da. Y aunque eso del puedo prometer y prometo viene de antiguo, al parecer, hay millones de votantes que se siguen tragando el cuento.
Por su parte, la Bestia, Albiol, se sube a la palestra y… dice cosas. Al parecer, es bilingüe y sabe hacer el Bestia en dos idiomas.
Proponen, los de Ciudadanos, que van a cambiar la Constitución, proponen el fin de los aforamientos y la regulación (sí, regulación) de los indultos; prometen, al igual que hacía Aznar, hacer más con menos, y prometen, y prometen y vuelven a prometer.
Es el cuento de la lechera hecho discurso.
Después, llegada la hora de la realidad, de lo prometido nadie se acuerda. Y, vuelta a empezar. Vuelta a la misma cantinela: puedo prometer y prometo.
Por cierto, la frasecita de marras se la escribió Fernando Ónega al Presidente Suárez cuando éste estaba en Primero de Promesas Presidenciales. Un auténtico carrerón. Porque llegan allí, adónde quiera que lleguen, abrochan el sueldo, las dietas y todos los complementos que ellos mismos se han autorizado, incluidos sobresueldos y regalitos tan diversos como sustanciosos, y no pierden la afición de prometer. Por promesas que no quede que son gratis.
Cuarenta años después, la gente es adicta a las promesas. Necesitan una dosis cada cierto tiempo.  
Claro que por el otro lado, compitiendo con la Bella y la Bestia, está el Bailarín. Sin duda, un hombre ocurrente. Promete barra libre de indulgencias para todos y, después y si le queda tiempo promete arreglar los problemas de Cataluña.
Sin embargo, yo creo que ganará el independentismo. Pese a Puigdemont. Porque, si el prófugo ése, ahora deslocalizado en Bruselas y que presume de patriota, regresara y fuera detenido a 48 horas de las elecciones, el resultado daría un auténtico vuelco a todas las encuestas. Lo malo es que, éste tipo de patriota prefiere hacer dejación de sus funciones y comportarse como un cobarde y marcarse un diferido al igual que Cospedal cuando explicaba lo inexplicable.
Eso sí, después los sufridos ciudadanos (sobre todo los catalanes) tendremos que seguir soportando la matraca a todas horas y el estridular de estos grillos.


Soñar es gratis.


Tampoco conviene decirlo muy alto no vaya a ser que se entere el señor de hacienda y le ponga un arancel a los sueños.
Sí, reíros, cosas más raras se han visto. A mí, por ejemplo, me cobran por aparcar en la calle en la que vivo. Aunque, no sé, a veces tengo la impresión de que estas cosas me pasan a mí solo y que el resto de la humanidad aparca gratis donde quiere.
Puede ser verdad, pero…
… También es verdad que, ese conocido que  todos tenemos, un tal Pichote, que tonto será, pero que las dice como puños, lleva años dando la matraca con el tema. Algún día nos cobrarán hasta por respirar.
La gente, cuando dice esas cosas, se enfurruña. Él, lejos de amilanarse, no en vano es Pichote, abunda más: … o por ir a la playa, o por tomar el sol, o por el agua que es de todos (ay no, que por eso ya cobran), o, mismamente por el aire que respiramos.
A veces tengo la impresión de que Pichote, además de padecer de lo suyo, también tiene dotes para la videncia. Porque hubo una vez un ministro, nombrado por un presidente auto-diagnosticado de sobredosis de sensatez, que le puso un impuesto al sol.
Así que, mejor no bromeemos, que después viene uno con apellido de ciudad (Soria) y si no queríamos caldo, nos da dos tazas de Pichote.
Sin embargo, a mí eso de que le puedan poner, presuntamente, una tasa a lo soñado me tiene preocupado.
Ahora mismo, y sin ir más lejos, andan por los aledaños y practicando para el día que encuentren el modo y manera de hacer tal cosa y pensando cómo nos van a vender después tal maravilla.
Dice la propaganda que si juegas a la lotería, a la primitiva, a los ciegos, al euromillón, a la bonoloto, al gordo de la primitiva o, a lo que sea, y te toca, cumples tus sueños. No sé, no tengo experiencia en el tema. Por tanto, hablo de oídas. Pero no discuto que tal cosa pudiera suceder.
¿Y nadie se ha dado cuenta de lo que pasa después, o qué?
Pues eso, pasa lo que decía Pichote. Viene el de hacienda y te requisa un 20%. Así, por la patilla. Y por mucho que tú digas: coño, que me ha tocado a mí, no a ti. Viene él, el fulanito de hacienda, y se lleva un tanto por ciento de lo soñado.

Así que, menos hablar mal de Pichote y un poquito de consideración. Porque sí, Pichote será tonto, porque  para listos ya sobramos nosotros, pero listos de verdad (¡ y menuda piara de listos!) son los que nos mangan la pasta en nombre de todos y encima te llaman bandolero si no colaboras gustosamente en sus atracos. 

"En las antípodas".


Sabía, porque en alguna parte lo había leído, que Australia, el único país del mundo que también es continente e isla al tiempo, era un lugar ciertamente peligroso.
Al parecer, hay especies aparentemente inofensivas y anodinas, que pueden acabar con la vida de cualquiera en  cuestión de segundos. La lista parece ser bastante extensa. Sin embargo, lo que no sabía, y ahora me estoy enterando, gracias a Byll Bryson y a su ameno libro “En las antípodas”, es una anécdota, de carácter trágico, que él narra con desparpajo y que tuvo como protagonista al primer ministro australiano.
Sí, porque en Australia, ahora independiente, aunque todavía pendiente de la Gran Bretaña (aunque, cada vez menos), tuvieron un primer ministro, allá por los sesenta, si mal no recuerdo de lo leído, llamado Harold Holt que, según Bryson, un que un día que caminaba por una playa, una ola se llevó.
Lo buscaron durante semanas y el pobrecillo jamás apareció.
Dice Bryson que, esas cosas en EEUU, de donde él procede,  no pasan. Por desgracia. Y añado yo, que en Europa, que yo sepa, tampoco. Porque, por mucho que algunos de los que viven aquí quieran que a alguno de los nuestros les pase tres cuartas de lo mismo, las probabilidades parecen más bien escasas.
Después, como es natural, sorprendido por el gracejo y la soltura con que Bryson cuenta la anécdota, acudo a San Google de todos los Saberes, mi actual enciclopedia de cabecera, y compruebo que la cosa es verdad.
Harold Holt existió, alcanzó el grado de primer ministro cuando la isla-continente ya no era una inmensa cárcel, y cuando a los aborígenes ya los habían sacado del catálogo de flora y fauna en la que estaban metidos.
Pero que la cosa no fue realmente así. Bryson, haciendo un alarde literario y en aras de la hilaridad, hizo una versión cuasi libre de la cuestión.
Harold Holt era un tío sobrado, seguro de sí mimo y que nadaba y buceaba tal cual pez fuere. Un día, estando en la playa de Cheviot, en Point Napean, y habiendo un temporal de mil pares de isobaras, decidió bañarse. Las personas que lo acompañaban, al parecer tres, le conminaron a que no lo hiciera. Sin embargo, él, dueño de sus actos, y conociendo como conocía la playa como la palma de su mano, hizo caso omiso y se zambulló en el mar.
Y hasta luego, Lucas. De Harold Holt nunca jamás se volvió a saber.
Por eso, desde aquí, desde este humilde blog, no sé si lanzar una propuesta en alguna de esas plataformas que hay para demandar cosas, para que nuestro presidente incluya entre sus paseos a las playas. Por pedir…
También tengo que escribir que, me dijo un conocido que se dedica a cosas de matemáticas, que las posibilidades de tragedia son las mismas de que te toque el Euromillón.

Y ahora les dejo, voy a ver si echo un boleto. 

¿Limpiarse el culo con la Constitución es delito?


El pasado día 6 recibí una llamada por wasap de ese típico amigo que todos tenemos. El hombre andaba preocupado. La duda lo carcomía. ¿Tú crees que me va a pasar algo? Contesté rápido como una centella (no confundir con centolla, que son de natural lentas): Qué va, hombre. Además, qué te va a pasar que no te haya pasado ya. (Ay, si yo contara). El hombre pareció quitarse un peso de encima. Al notarlo más aliviado, me atreví a preguntar: ¿Y luego cómo fue la cosa, meu? Pues nada, ya sabes, estaba allí donde todo se decide y después de rematar la faena, con tremendo éxito todo sea dicho, me di cuenta de que no había papel higiénico a mano. Cosas que pasan, pensé. Él continuó a lo suyo: Entonces, y como siempre tengo algo de lectura fantástica que me coadyuve con el tránsito, cogí un librito, arranqué unas hojas e hice un apaño. La verdad, éste típico amigo, ése que todos tenemos, en mí caso, es más bien del género bobo. Como es natural, añadió, cuando me di cuenta quedé preocupadísimo. Porque, ¿y si me enchironan por eso, qué? ¿Quién se va a comer la media tonelada de polvorones que compré para Navidad? Para calmarlo y sacármelo de encima, dije todo serio: Pero, hombre, quién se va a enterar. Después, lo confieso, pensé en hacer una llamadita anónima y librar a la humanidad una temporada de su presencia, pero... la poli no tiene wasap. No sé, las paredes tienen oídos, hay chivatos donde menos te lo imaginas. Además, al acabar la faena creo recordar que exclamé a voz en grito: ¡Mecagoenlacona, me acabo de limpiar el culo con la Constitución! No me vais a creer: me quedé atónito. ¡Mira que gritar! Sólo atiné a decir un mustio cómo, y repetí: cómo dices. Aunque creo que él no lo oyó porque siguió tan campante a lo suyo. Y chico, en este país de mierda ya ves lo que pasa: haces el mameluco y te subvencionan a pensión completa en la fonda Rejas, ¿o es que no ves los telediarios? La verdad, me estoy sacando. El médico ha detectado  que tengo los niveles de Ferreras, de Pastor y de Évoles por las nubes. Me recomendó reposo, buen vino, mejores alimentos y hacer el amor cada ocho horas. Me dice, que si soy metódico, en veinticinco años mejoro. Seguro. Sin embargo, no le contesté nada. Para qué, si ya está preocupado y ocupado con lo suyo. Por eso, y después de unos instantes de silencio, mi típico amigo retomó la cantinela: Si eres titiritero corres riesgo, si te pones más ordinario de lo habitual y descargas la ira en las redes sociales, son capaces de emplumarte hasta pasado mañana, pero si eres un hijo de puta, policía local y de Madrid, lo tienen que investigar y pasan dos meses mirando si estaban bien o mal puestas las tildes. Y ahora encima, voy yo, y víctima de un descuido, me limpio el culo con la Constitución. En qué andaría yo pensando. ¡Cagonlacona! Fue entonces, lo juro por Snoopy, o sea, cuando ya cansado de la cuestión le espeté de malos modos: Pues a ver si te organizas un poco y dejas de dar la chapa. Haz como yo. En el retrete tengo una surtida colección de revistas, y el otro día, fíjate tú la casualidad, a mí me pasó lo mismo, y me acabé limpiando con la cara del mismísimo Rajoy. ¡Qué asco, macho!, oí que decía el otro. Y tanto, contesté, menos mal que en casa tengo un chintófano de esos que funcionan como un geiser. Qué modernidad, creo que lo llaman lavafandangos. 

Johnny Ho(a)llyday.


Una vez, en esa galaxia llamada cine, vi una película de un concierto suyo.
Juanito Vacaciones (Johnny Hollyday), salió al escenario, las adolescentes se volvieron locas, pese a que aún no se había puesto de moda el lanzamiento de bragas, y él cantó dándolo todo. A la segunda canción, sudaba como sólo sudan las estrellas, con profusión de lentejuelas.
Decían las más fans que era guapo, y decían los más ocupados en hacer comparaciones que era el Elvis Pelvis francés.
Sin embargo, yo que nací descreído y encima en la Costa da Morte, puedo decir y digo, que yo lo conocía porque en casa mis hermanas decían que estaba casado con Sylvie Vartan. Y claro, como la Vartan era chica y además no sudaba, me gustaba más.
Y que conste, que lo digo sin desmerecer ni lo más mínimo a Juanito Vacaciones, o si preferís, a Johny Hollyday, como era más conocido.
También tengo que escribir que, estoy tan seguro que no se llamaba ni Johnny ni Juanito, porque lo miré en San Google de todos los Saberes y allí vi que ponía que el que, ahora debe andar a la vera de Elvis moviendo los dos juntos la pelvis, se llamaba Jean-Phillipe, o sea Juan Felipe, que tampoco o alias Juanito Vacaciones.
Pero, me estoy equivocando. He leído O donde debía haber leído A. Cosas de la dislexia, disculpar. O sea, que todo lo anterior no sirve para nada. Porque no es lo mismo llamarse Hallyday que hollyday por mucho que a simple vista pueda parecer lo mismo, porque Hallyday es francés y significa Jean-Phillippe y a Hollyday aquí se le conoce por Benidorm.
Y si no, mirar lo que tenemos aquí:
Raphael, por ejemplo. A Raphael le quitas la ph y se queda neutro del todo. Y por mucho, que el bueno de Rapha se levante ácido o alcalino, la gente siempre lo ve neutro.
No es el caso Hallyday, por supuesto. Un hombre polifacético al que yo también vi en alguna película empleado de actor, y que de neutro no tenía nada. El pobre se casó cinco veces sin que jamás lo condenaran por reincidencia, y lo que es peor, y además irremediable, el pobre se murió hace unos días.
Me enteré de la noticia, porque a Loquillo, uno que es tan alto como cantante y borde, le publicaron un artículo los de El País muy sentido titulado “Mick Jageer y él”, y en el que le llama rocker. El más rocker de entre todos los rockers.
Y no dudo, en absoluto, que esto sea verdad, aunque lo que también es cierto, y además irrebatible, es que al bueno de Juanito Vacaciones, siempre lo recordaré así porque era un auténtico fenómeno de la naturaleza.

Descanse en paz, pues, Johnny Hallyday, ya estás de vacaciones.

Educación peliculera


No quisiera dar la impresión con este post que pretendo impartir cátedra sobre buenas costumbres y educación, porque ni soy yo quién, ni tampoco ese es mi objetivo. Tampoco querría convertirme en un émulo de Marías (don Javier), ni subirme a púlpito alguno. ¡Faltaría plus!, como dicen los bilingües. Más bien es al contrario. Por mí que cada uno, y cada cual haga lo que se le ponga en los ijares. Eso sí, con una premisa básica y principal: por favor, no toquen los bígaros, y no hagan lo que no les gustaría que les hicieran.
Veo, casi a diario, y lo peor es que sin querer aprendí el palabro que es zapping (cambiar de canal, de toda la vida), a personas en la televisión dando lecciones sobre cosas que parecen desconocer. Y una de ellas, tan sencilla como básica, es la educación.
Tengo la impresión de que la buena educación, o al menos la que actualmente sirve de modelo a la mayoría, es esa que se desprende de las series americanas. De tal forma, y aun siendo cierto, que puede ser que alguna vez sirviera como ejemplo de algo, ahora no lo es. Porque, son zafios. Y lo que puede parecer exageración y purismo exacerbado, se queda todavía corto viendo que las series que más sirven de ejemplo son también las más ordinarias.
Nuestra forma de comer, hablo de la de los españoles, viene de la tradición francesa. No se extrañen, aquí por importar, importamos hasta monarquías. Los modales anglosajones siempre fueron tenidos por bárbaros en estos lares. Eso de apoyar el codo en la mesa o de hacer desaparecer una mano mientras se engulle con la otra, siempre fue considerado estrafalario. Sin embargo, ahora no hay actor o actriz que no lo haga en pantalla.
El modelo a seguir parece ser la comedia americana. Personas sentadas alrededor de una mesa, tomando un vaso de agua (por ejemplo) con una rodaja de limón. Y si, a ese mal gusto le añadimos el uso del tenedor como si fuera un puntero láser la cosa amenaza cotas de tremenda marranada.
Veo una película, las chicas departen sobre la calidad de sus amantes y la frecuencia de sus actos, y entre bocado y bocado, se apuntan con los tenedores a los ojos para refrendar sus frases. Se carcajean con la boca llena, y cuando una dice (la ocurrente) que no sé quién tenía un pollón kilométrico, se tapan las bocas llenas de comida al tiempo que ríen pícaramente. Es entonces, cuando aparece la mano oculta, que a saber en lo que andaría ocupada, y se la llevan a la boca para taparse la papilla que allí tienen sedimentada. Lo hacen siempre tarde, cuando ya se les ha visto todo el engrudo.
Después los críticos, esa especie, nos hablan de glamour, y ponderan el realismo conseguido. La papilla de guisantes eran verdes, las caries estaban muy bien trabajadas y los implantes eran tela fina. Sólo falta en este aquelarre inventar el cine con olor y oler el aroma de sus cuescos. ¡Glamour! Aun así, estos pedorros y estas pedorras imparten cátedra y se convierten en referencia de estilo y buenas maneras con la complicidad del crítico emplumado en brea de dólar.
No sé pero, para mí, que todos estos “intelectuales” de tenedor en ristre deberían de ser estudiados en algún que otro manual de entomología básica. Al fin y al cabo, hablamos de la afamada especia: cucaracha peliculera.

Eso sí, los críticos comen en mesa aparte. Son el servicio, por tanto, otro género de la misma especia: escarabajos pelotudos y de lo más comunes.

Romualdito.

No es que fuera dormilón, es que si se levantaba rápidamente se mareaba. Quizá por eso, Romualdo se levantaba a las dos de la tarde. Su madre lo apremiaba siempre: Romualdito, levántate para comer que si no, no te va a quedar tiempo de dormir la siesta. Y, Romualdito, al igual que Lázaro, hacía el milagro, se levantaba y se sentaba a la mesa. Eso sí, sin prisa alguna. La siesta acechaba entre bocados y bostezos.
Si creéis que me estoy inventando al personaje, a Romualdito, estáis equivocados o sois unos mal pensados. Romualdo, Romualdito existió. De mayor alcanzó el título de Don Romualdo y dedicó toda su vida al estudio de ese logro que es el dormir.
Primero durmió como un lirón, y después con el avance de los tiempos, acabó haciéndolo como un koala. Existió al igual que existe Teruel. Vivió en algún sitio, en el que también dormía, y cuando venía a la aldea sus siestas estaban en boca de todo el mundo. Tanto que, no exageraría lo más mínimo, si dijera que Romualdito primero, y después Don Romualdo, administrador de sus propiedades y cancerbero de sus sueños, nunca tuvo tiempo para trabajar. Y aunque, tampoco lo necesitaba, si no lo hizo no fue por falta de voluntad, sino por exceso de sueño.
Sí, Romualdito fue un campeón. Jamás jugó al fútbol, ni tuvo afición conocida. El único vicio sabido de Romualdito era dormir. Puede dar fe cualquiera; y como los de la Costa da Morte somos muy de no meternos en las cosas de los demás, nadie le reprochó nunca absolutamente nada. Además, ¿qué le podríamos haber reprochado sus coetáneos, lo excesivo de su sueño? No hacía daño a nadie, ni nunca tampoco dio murga alguna. Era autosuficiente. A Romualdito por las orejas no le salía cera como le sale al vulgo, a él le salía parné. Y como tampoco daba lata alguna, ni siquiera a la mucama encargada de hacerle la cama, Romualdito vivió y durmió feliz toda su vida.
Por tanto, y si este mundo fuera justo, los politicastros locales bien podrían destinar dinero a la loa y ensalzamiento del antológico Romualdito, y ponerle una estatua, con peana bien vistosa en forma de cama, sobre la cual dormiría plácido el onírico Romualdito el resto de la eternidad. Rey y señor de todos los sueños, porque el mundo es sueño y los sueños, sueños son.
Nota: Va por ti, Romualdito, me han dicho que te has muerto. ¡Enhorabuena! Has alcanzado tu objetivo: no levantarte ni para comer.


MAN.



Lembro cando chegou. O primeiro que fixo foi visitar a un veciño, tamén de ascendencia alemana, é despois ir ata a Ponte do Porto, a mercería que tiña alí miña tía Ángeles, é mercar non sei qué trebellos.
Era un bo mozo, alto é desgarbado. Correcto no ademán é reservado no falar. Os que ó trataron cando chegou, nen bergantes, falaban de él, que estaba mais tolo ca unha cabra.
Eu coido que, toda a rapacería da bisbarra, víamos nel a un Tarzán. Nadaba como si peixe fose, é tamén facía fazañas restrinxidas a o común dos mortáis. As veces, a ó tempo que nadaba, levaba un balde cheo de pintura as costas, é tempos houbo nos que non quedou risco nin rocha, donde non deixara mostra da sua excentricidade é anunciara o seu museo.
Na Costa da Morte, en inverno, vai frío. Hai temporáis a cotío é, con todo, él só usaba un taparrabos como abrigo. Así naceu a lenda do Tarzán de Camelle é, a o mesmo tempo, escomenzou ó ollar das mulleres.
Podíalo ver paseando, ca pel erizada tal coma si fora unha galiña, polos arrededores da caseta que levantóu cas súas mans, dándolle un caderno a os poucos visitantes que alí se achegaban. Pedíalles a todos, sin destinción alguha, que fixeran un dibuxo ou un garabato, é, xa de paso, postúlaballes unha pequena esmola como pago do privilexo de habelo conocido é de haber tido o ledicia de pasear polos terréos que consideraba coma propios.
A aquel home desconocido os lugareños chamáronlle Man. Nunca outro nome tivo. O acervo popular debéu ser vidente, porque así foi coñecido ata o mesmo día que finou. Xamais un home acadou un nome mais propio: Man.
Dín, os mais románticos, que morreu da pena. De ver o mar, do que tanto había gostado, cheo de merda é de lixo cando afundiu o Prestige. Din, tamén, que toleu da impotencia, é a súa foto percorreu o mundo como mostra do arrepío polo que os seus conxéneres soportaban, é como forma é maneira de protestar pola neglixencia, pola falta de previsión, é pola nula sensatez das autoridades que nos gobernan. Nen bergantes, é sen querer contradecir a naide, o médico que o atendeu escribiu Neumonía no certificado de defunción.
Man morreu é naceu o mito. Todos os que lle chamaron tolo agora falan ben de él. É tamén, é quizais como desagravio de tanta fenda recibida, puseronlle un museo, agora de verdade, que recorda a sua estancia naquel sitio que tan do seu agrado foi.
É eu, que tiven o lecer de coñecelo, é que teño falado alguha vez con él, digo sin faltar a verdades alguha, que Man estaba tolo. Tolo de carallo, pero que foi un bo home que xamais dano fixo a naide,  tamén é certo. O seu único propósito nesta vida que Deus, ou quen sexa, nos deu a foi encontrar a felicidade é a sua procura entrogou a vida.

É Mais nada, que tampouco pouca cousa veu sendo. Vai por ti, Man, alemán de Camelle.

Del oro de Moscú al chocolate del loro.


Hay cosas que se antojan inexplicables, prueba de ello la dan a diario todos esas personas que, aficionadas, estudiadas e interesadas por los sucesos paranormales dedican su tiempo y su esfuerzo a investigar tales fenómenos.
Y cuando creíamos que el catálogo de hechos paranormales ya no daba más de sí, los españoles, al menos esa parte que presta atención a estos hechos, ha encontrado un nuevo filón: Rusia.
De tal forma, que no contentos con lo que ya había, los nuevos Iker Jiménez que en este mundo son, ahora dedican tiempo, esfuerzo e inversiones diversas a explicarnos el comportamiento del hacker ruso, de su influencia y, por ende, de su expansión en este mundo cibernético.
Antes, cuando éramos misérrimos, hablábamos del oro de Moscú. Después, y gracias a la evolución de las especies, se le dedicó tiempo al demonio ruso, que no era, precisamente, Demis Rousos, ni su afamado triquitriqui, sino otra forma de andar jodiendo.
Por eso, para acabar de dilucidar la cuestión, y por mor de los nuevos tiempos, ahora los mandamases del mundo mundial prestan atención a la fenomenología y casuística aplicada del ruso común y de su extraña influencia que éste, supuestamente, tiene en nuestras vidas.
Porque, no hay cosa que suceda en este mundo sin que detrás esté un ruso. Tanto que, parece ser, por lo que tengo entendido, que hasta los americanos están altamente preocupados por la influencia que tienen los rusos en su vida diaria.
Dicen estos malandrines, utilizando al éter como excusa, que los rusos están en todas partes, que se preocupan por todo y que se ocupan de todo. Tanto que hasta el Naranjito que eligieron como Presidente no salió electo gracias la mayoría de vulgares neutrinos que componen la población americana, sino por la gran influencia que emplearon los soviéticos a la hora de su erección.
Sí, porque los rusos, al parecer, lo prefirieron a él y apostataron de a la esposa del ex presidente y experto en felaciones internacionales que fue Clinton, de nombre Bill.
Por tanto, y que quede claro, si en EEUU tienen como presidente a un auténtico neutrino la culpa no es de quien lo votó. Al contrario, se acude al demonio ruso como forma de explicación y expiación, de dicha fenomenología. El surrealismo enseñorea sus fauces, y los rusos, lo sabe todo el mundo, son los culpables de todo lo malo que nos sucede.
Otra prueba, dicen los copiones españoles, esos que cuelgan la bandera del balcón tal cual golondrinas fueran, la tenemos en Catalonia.
Allí, siempre y según ellos, los rusos también hicieron de las suyas y perpetraron sus saqueos cibernéticos. Gracias a lo cual, el astronauta deslocalizado que es Puigdemont, acompañado de sus secuaces y a la vez palmeros, estuvieron a punto de perpetrar un golpe de Estado, o de Autonomía. Según se mire, decir de bizco.
Por tanto, y quede claro, el contubernio vuelve. El Prêt-à-porter de este año dice que la estelada está de moda, y que la roja y gualda, si pende del balcón, es lo más de lo más.
Sin embargo, los peperos de toda laya y condición, con la complicidad de esos dos partidos tan democráticos como anodinos, que son Ciudadanos y Psoe, quieren llevar aún más lejos la cuestión.
Para ello, y sin ningún remilgo, están pensando en redescubrir aquel obsoleto argumentario franquista que hablaba de que en España había un contubernio judeo-masónico siempre dispuesto a alterar el orden del producto.
Y es que, era sabido. Se veía venir.
Por eso, cuando los ciudadanos vemos que nuestros demócratas de cabecera cuelgan la bandera del balcón, sabemos que lo hacen por aquello del contubernio. Y quizá, también, vaya usted a saber, porque a río revuelto ganancia de pescadores. Eso sí, siempre para el chino de la esquina.


La capea de la buena pipa.


Cuando vivía en Madrid un día mi empresa me hizo un mandado. Tienes que ir a Salamanca a la fiesta que celebran los farmacéuticos por su patrón. Por supuesto, fui. La cena estuvo muy concurrida, hubo sorteos diversos con las cosillas que donábamos los delegados de los laboratorios y lo pasamos muy bien. Al finalizar, el presidente de la Asociación de No Sé Qué nos convidó a todos los presentes a una capea al día siguiente.
Eran las doce de la mañana cuando llegué. Había mucha gente. La plaza estaba abarrotada. Después de los pertinentes carajillos, de una docena de sol y sombras y de encender un Partagás, me armé de valor. Alguien me prestó un trapo rojo, allí lo llamaban capote, y enfilé todo lo redondo que es el albero. Cuando estaba apenas a tres metros de la vaquilla, la miré fijamente a los ojos y le dije: vas a ser buena y a embestir por dónde yo marque, ¿vale? Yo creo que la convencí con mi verbo fluido, porque aquel anoréxico animal se arrancó con mucho tronío y pundonor. Me lucí. Hice cuatro chicuelinas, luego le di unos pases al natural y rematé con un desplante. Como colofón ofrecí mi altanero culo. Fui consciente de que el personal asistía arrobado e incrédulo al espectáculo. Simplemente no daban crédito de lo visto.
Sin embargo, creo no fue así. Al menos, no exactamente. Porque ahora que recuerdo, la cosa puede ser que sucediera de otra manera.
Es verdad todo lo primero, e incluso también es cierto que hubo una capea, que fue a las 12 de la mañana en algún sitio de las afueras de Salamanca, pero la cosa creo no sucedió tal y como la describí antes. Disculpar el lapsus.
Al contrario.
Cuando salí al albero y me dirigí a la vaquilla con aquel ridículo trozo de tela en la mano derecha, y con el Partagás humeante en la otra, y al ver que me miraba fijamente, me acordé de que tenía mucha sed. Me di la vuelta chulesco, la ocasión la pintan calva, y mirando al personal que asomaba expectante en el tendido, vociferé a voz en grito: me voy al ambigú, que tengo una sed de carallo, ¿quién se apunta, paga el laboratorio? El ambigú se a abarrotó y la vaquilla me miro agradecida.
También es verdad que después, y tengo que decirlo, no hubo aplauso ni pañuelo alguno para mi sed. Claro que a lo mejor tampoco sucedió de esa manera.
Porque ahora que lo pienso, creo que…
… aquel día, 12 de la mañana, hacía sol. La arena del albero relucía y la vaquilla, cuando salí yo, estaba más que resabiada. Porque a aquellas alturas, y después de que una pandilla de desconocidos la llevaran mareando toda la mañana, el animal estaba más que harto del personal. Sin embargo, no me arredré y aproximándome a ella fui consciente de la velocidad que es capaz de desarrollar un semoviente cuando se pone en acción. Me volteó, mis vergüenzas quedaron al descubierto y el público femenino sacó los prismáticos con la primaria intención de no perder ni el más mínimo detalle…
… Aunque, ahora que lo pienso, a lo mejor tampoco fue así, porque… aquel día, eran las doce de la mañana cuando llegué. Había mucha gente. La plaza estaba a abarrotar. Después de los pertinentes carajillos y de una docena de sol y sombras, me armé de valor…
Así que, ¿conocéis el cuento de la buena pipa? Pues eso creo que fue lo que sucedió, pero con un capote en la mano.
En los bares, naturalmente, cuento la versión extendida. Así que, quien la quiera escuchar sólo tiene que invitar a unas cañas y a un chusquirripitín de jamón que si no sufro de mareos.


"Toda la noche oyeron pasar pájaros" (Para mi tío Juan).



No hay mañana, afortunadamente, en la que no observe el mismo fenómeno. Después de amanecer, y cuando ya el día señorea en lo alto del cielo, bandadas de pájaros recorren la ciudad de norte a sur. Pueden ser gaviotas en formación cerrada, gráciles estorninos haciendo arabescos o simples pájarillos que aúnan sus vuelos para ir a no se sabe a dónde o que quizá, y hoy más que nunca, pueda ser, el comité de recibimiento de mi tío Juan, piloto de combate.
El fenómeno me sorprende siempre paseando al perro. Lo observo extasiado y a mí cabeza acude aquella celebérrima frase: Toda la noche oyeron pasar pájaros.
La dijo, al parecer, Rodrigo de Triana tres días antes de gritar como un poseso aquella otra  que luego pasaría a la historia: Tierra a la vista.
Lo cuenta Fray Bartolomé de las Casas, quien abunda y también dice que, que tales cosas están recogidas en el cuaderno de bitácora que escribió Colón en la soledad de su carabela.
También me recuerda la frase, a una novela (que, por cierto, nunca leí) bastante afamada como desconocida para mí: Toda la noche oyeron pasar pájaros. La escribió Caballero Bonald, un caballero de las letras.
Sin embargo, no siendo yo ni Rodrigo de Triana ni aún menos Caballero Bonald, y tampoco siendo el oído el mejor de los sentidos, al menos todavía conservo algo de vista, y sí que veo, y además casi todos los días, el extraño fenómeno antes mentado.
La verdad, no sé porque sucede tal cosa. Pero lo cierto es que, no hay mañana que no lo vea. No sé porqué los pájaros, las aves y en general todos los seres voladores que en esta ciudad hay, recorren todas las mañanas, prácticamente a la misma hora, el mismo camino. Tampoco sé hacia donde van, ni dónde paran. Y aunque, graznan, aúllan y emiten todo tipo de ruidos, soy incapaz de entender el lenguaje de las aves y por ende el de las gaviotas se me hace desconocido.
Pero el fenómeno sucede. Está ahí para todos los que quieran verlo, escucharlo y gozar con su contemplación. Sin embargo hoy, cuando alcé la vista y miré al cielo, fui consciente de que los pájaros sonreían y que sus dulces trinos sonaban a algarabía. Porque, allí al mismísimo Cielo, del que ellos gozan de mejores vistas, acaba de llegar mi querido tío Juan. Y después de ser recibido con una taza de té, con unas gotitas de anís del mono, ha dado comienzo una tertulia eterna.
Da recuerdos, tío, y muchísimos besos para todos. Creo que no exagero, ni lo más mínimo, si digo que todos os echamos de menos.
Así que, ya nos veremos, aunque tampoco, y esperemos, haya prisa alguna. Lo escrito, muchísimos besossssssss.


Diridividir.

Gracias al nacionalismo vehemente, el diccionario de la lengua española ha alumbrado un nuevo término: diridividir.
Éste declarado sustantivo, impropio y amorfo nace apadrinado por el astronauta catalán refugiado en Bruselas.
Desde allí, al parecer, y después de someterse a una dieta intensiva de coles de Bruselas, con la consiguiente emisión de flatulencias a la ya dañada capa de ozono, ha llegado a España dicho término.
Los nacionalistas estatales han reaccionado inmediatamente y después de declarar al vocablo como sustantivo, lo celebraron formateando en diferido cuarenta y siete veces los ordenadores de un tal Bárcenas y sacando la bandera a orear.
El astronauta, se sabe, es Puigdemont. Un apellido que, para unos sirve de sardana y para los contrarios de cuplé.
También se sabe que este noir de la política que, parece ser don Carles, no tiene pensado apearse de la peana a la que está subido, y que está dispuesto a inmolarse desde la distancia con el objetivo de alcanzar  su independentismo de felpudo.
Por otro lado, sus compis no fugados saldrán mañana de la cárcel, si ningún juez lo impide, y aunque hay quejas de algunos por el poco tiempo que han estado allí, los más se alegran de que no hayan estado el tiempo suficiente como para tener derecho a paro y a cobrar uno de esos fantásticos subsidios que ofrece el INEM.
Por supuesto, hay discrepancias. Entre los españoles pitos y palmas, mientras que entre los catalanes, y optando claramente por la vía gallega, apuestan más por el depende que parece ofrecerles más garantías.
Y así, en este triste tris, en el que sólo faltan tres tristes tigres para hacer un juego de palabras, se anda diridiviendo la cuestión.
Mientras tanto, el pobre Urdangarín, la familia Pujol o mister Rato, por sólo citar sólo a lo más Granado(s) o lo más Gonzale (z) de lo mollar de la corrupción, tienen que ver como sus causas son retrasadas y como su más que necesaria estancia en la cárcel se ve aplazada. Y aunque, ellos protestan, los jueces que están muy ocupados diridividiendo otras instrucciones, tienen que recurrir al cuerpo general de fiscales y hacer una opa hostil al raciocinio.
El caso es diridividir. Sustantivo que, declarado fue y que nace de la contracción de dirimir y dividir.
Y si no querías estrategia, pues te tomas dos diridividires 155, que es un principio activo que vivía parapetado y olvidado en la santa Constitución, y donde dije digo, digo Diego.

O sea, lo de siempre. Ya lo decía Hamlet: dirividivir o no diridividir, that is de Puigdemont.

Facha.


La última moda en España ya no es la envidia y la mentira, que también. Aquí, últimamente, a nuestras narices llega ese ligero hedor que desprende el insulto.
Y el que parece estar en boca de todos, y el que más se utiliza como arma arrojadiza es el de facha.
Facha, dicen todos al pasar; facha y no lo dicen por faltar; facha, facha y más que facha. La matraca es cansina.
Tanto que, si no lees, oyes o escuchas el vocablo que es facha, al menos, una docena de veces al día, a lo mejor, tienes que confesar que no has vivido o que no estás leyendo con propiedad.
Facha, a mí me lo tienen dicho mucho. Me lo han dicho algunos amigos, que después resultaron no serlo tanto, me lo dijeron algunos conocidos, algún familiar e incluso algún aguafiestas.
Facha, así con las cinco letras y sin manos. En toda la cara. ¡Zas!
Estás hablando, tratando de explicar algo o de hacer un chascarrillo de cualquier cosa, y viene un impropio, te interrumpe antes de que puedas acabar la frase, y zas, te suelta un facha. En todo el belfo. Al principio quedas cuasi patidifuso, luego te acostumbras. Miras para quien lo dice, a veces por primera vez, y reparas:
Estás ante el neutrino mayor del reino. Gente que circula sobrada de adjetivos y con el espumarajo siempre en la boca. Personas negativas. Incapaces de ver el defecto en el ojo propio ocupados como están en mirar todo lo negro que la vida ofrece. En todo caso, mindundis.
Quizá por esa razón, hoy no sea un mal día para hacer un somero boceto del mindundi común, de ese ser que siempre tiene la razón y que utiliza el insulto como boomerang porque después le estalla siempre en el morro. Aunque, también hay que señalar, que prácticamente todos los que mindundis que en este mundo son, no son conscientes, ni por lo más mínimo de su condición. Al contrario, parecen creerse monedita de oro, como diría una mexicana que yo me sé, y la sal y pimienta de la buena sociedad.
El mindundi común (ambos sexos), es esa persona que según se levanta ya destila mal humor, y que antes de salir de casa ya tuvo unas palabras altisonantes con el armario, con el desorden de la cocina y con los suelos sin fregar.
Es una persona inteligente, tanto que a su lado todos los demás son tontos. Los políticos son tontos, cómo habrán llegado ahí; los jueces son tontos, posiblemente también venales; y en general, todo el mundo es tonto.
Todos son tontos menos él o menos ella, que los mindundis son muchos y además tienden a reproducirse entre ellos.
Claro, siendo tan listos y tan inteligentes, se creen con el deber inexorable de aleccionar a la humanidad que los rodea y para ello no escatiman en filípicas. Son esos, que siempre incluyen en todas sus oraciones la palabra tonto y ahora, como está de moda, la tan mentada que es facha. Además, para demostrar su poderío intelectual y que están muy por encima de los tontos que los dirigen, suelen impartir lecciones magistrales en Twitter o en Facebook. Allí se explayan a diestro y siniestro. Llaman facha a todo quisqui, sin discriminar, e incluso algunos, los más vehementes de esta raza, para demostrar que ellos son listos y demócratas, amenazan a sus congéneres con hacerles algunas lindezas.
Eso sí, cuando alguien se ofende, se enfada y les reprocha algo, ellos argumentan con su publicitada honradez en Twitter y en Facebook y siguen a lo suyo, presumiendo de bonhomía. Pero si él afectado/a, les amenaza con interponerles una demanda por insultos, amenazas y vejaciones, ellos siempre se defienden utilizando el argumento de la privacidad y el derecho a la libertad de expresión.
Porque, este tipo de neutrino, tan abundante como el envidioso y el mentiroso, se cree en posesión de la verdad absoluta y con derecho a llamarle tonto y facha al primero que no esté de acuerdo con él o con ella.
Por tanto y desde aquí, os lo digo: anda y que os ondulen.  Ah, y un consejo:
Id siempre por la sombra.


¿Dónde se estudia para putero?


Me enteré por Juanolas García, un hombre que ahora tiene perfil en Facebook, que cuando murió Manolete de las Barrosas ya todo el mundo murmuraba por las esquinas sobre él.
Al parecer, y siempre según Juanolas, las lenguas viperinas del pueblo comentaban que, sí, que Manolete de las Barrosas era una buena persona, pero que también tenía sus cosas.
Decían que escupía con destreza, que siempre usaba boina y que los domingos, a veces, iba al burdel. Eso sí, matizaban, sólo cuando ganaba el Porteño. Y claro, como el Porteño ganaba casi siempre, pues, Manolete de las Barrosas se pasaba todas las tardes del domingo en el Abecedario.
En lo de Mariloli, para abreviar. Sin embargo, aquellas lenguas viperinas también decían: Manolete de las Barrosas es el único hombre que se murió dos veces. Una en la Tierra de muerte natural y otra en el Cielo de muerte sobrevenida a causa de caerse veintisiete veces sobre un puñal.
Ante lo cual y llevado por mi idiosincrasia parlanchina, le pregunté a Juanolas García, ¿y la gente cómo sabe que a Manolete de las Barrosas lo asesinaron en el Cielo? Juanolas me miró y contestó muy sobrado: porque los ceenses tenemos una fuente en el Cielo digna de todo crédito.
Como podéis comprender, mi desconcierto fue absoluto cuando Juanolas se dio la vuelta, y a modo de despedida entonó la frase que lo había hecho célebre: chao, bacalao.
Pasé tiempo dándole vueltas a la cabeza sin llegar a resultado alguno. No me explicaba aquel fenómeno, y lo que es peor: tampoco nadie me lo explicaba.
Así que un día, harto de vivir en la ignorancia, abordé a mí padre después de comer. Papá, le dije, ¿es verdad que los ceenses tenemos un confidente en el Cielo y que por esos todos sabemos lo de Manolete de las Barrosas? Mi padre, como buen gallego, respondió: ¿y a ti quién te dijo eso? En un pronto, y después de tres años sin haber dicho ni una sola verdad, creí llegado el tiempo de sincerarme: me lo dijo Juanolas. ¿Qué Juanolas? Juanolas García. Ahhh, ése Juanolas. Y se quedó meditabundo. Volví a insistir y él volvió a salir por peteneras: A ese Juanolas no le hagas ni caso, me oyes, ni caso. Es el hijo de Asunción. ¿Pero es verdad, o no? Puede que sí y puede que no. Yo que sé, estoy muy ocupado con el dominó para prestar atención a todo lo que se dice, además, ¿no te dijo, también, ése tal Juanolas García que Manolete de las Barrosas era un putero? ¡Sabrá él!
Mi madre, que parecía que no estaba escuchando, emitió un alarido: ¡Faustino, por favor! Que cosas le dices al niño. A lo que mi padre, todo serio, replicó: Sí, encima tú malcríalo, concluyó poniendo mucho énfasis en el tú.
Unas pocas semanas antes yo había tenido el disgusto de mi vida. Había abandonado el fútbol, era un prometedor destripaterrones centro, por falta de afición. Yo creo que aquella patada en los bígaros tuvo algo de culpa, pero… falta de afición, no se hable más A consecuencia de aquello, y como tenía mucho ocio por delante, sopesé la idea de hacerme putero en mis ratos libres. Qué carallo, me decía para animarme, si Manolete de las Barrosas lo fue y llegó al Cielo, porque yo no.
Pero cuando salí a la calle, y me encontré con el hijo de Asunción, ese que no fuma, ni bebe, ni juega al balón, y se lo dije intentó sacarme de la idea de la cabeza diciéndome: ¿pero es que tú no sabes lo que le sucedió a Manolete de las Barrosas? Cáspita, no. O sí, bueno yo que sé, si sí o si no. Yo lo que quiero es ser putero y punto. ¿Dónde se estudia para eso? ¿Te haces apuntas a putero conmigo? Ni de broma, ni por un juego de tabas nuevo haría tal cosa. Y me contó lo que, según él, le había sucedido a Manolete de las Barrosas.
Como tú ya sabes, porque lo conociste, Manolete de las Barrosas era un hombre bueno, amante de su familia y todas esas cosas. Y aunque, es verdad que escupía con un arte esdrújulo y que se ponía la boina hasta en verano, también es cierto que por su entrega al puterío el pobre siempre vivió en un ay. No entiendo lo que quieres decir, hijo de Asunción, repliqué más chulo que un ocho. (Por cierto, y nota al margen: la próxima vez que me encuentre con el hijo de Asunción tengo que acordarme que se llama Juanolas García). Pues que siempre estaba canino, y que por culpa de su devoción dominical siempre andaba a la última pregunta. Ahhhhh, contesté. Creerme estaba verdaderamente conmocionado, no sabía que ser putero implicara padecer ese efecto colateral y a mí, como no soy cura y no había hecho voto de pobreza, esa eventualidad no me parecía nada favorable.
Me decepcioné tanto que ese domingo hice pellas (por cierto, en Cée a eso le llamábamos hacer la gatada) de la iglesia.
Como tenía tiempo libre antes de comer, me fui a jugar al guá al relleno. Cuando hube ganado catorce pesetas, a peseta la partida, doce para el cine de Jiménez y dos para tabaco, me fui a comer.

Llegué tarde, y mi madre molesta por la tardanza me espetó a bocajarro: ¿Fuiste a misa? Sí, mamá. ¿De qué color llevaba hoy la casulla don Antonino? Verde, mamá, dije con toda seguridad, no en vano había consultado el misal antes de salir de casa. ¿Y entonces cómo es que no te vi? La miré benévolo. Mi madre ya me había pillado una vez y desde entonces había aprendido a ser precavido. Cuando iba a contestar, mi padre se me adelantó: estábamos atrás de todo. ¿Estábamos?, inquirió mi madre. Sí, Lita (Amalia, Amalita, Lita, ese era el nombre de mi madre). Atrás del todo, tú hijo, Manolete de las Barrosas y yo. Mi madre se sulfuró y en un tono más alto de lo normal dijo: Manolete de las Barrosas murió el mes pasado. Sí, Lita, sí. Una desgracia, mi padre parecía inspirado, al pobre lo han enviado de permiso desde el Cielo unos días, todavía están tratando de superar el infortunio que fue el incidente de su asesinato. Desde entonces, el Cielo ha perdido mucha reputación. Por cierto, que también dijo que esta tarde se dejaría caer por el Abecedario, y no va este imbécil- dijo señalándome con su largo dedo índice- y no le regala catorce pesetas. De verdad te lo digo, lo malcrías, Lita, lo malcrías.

Auschwitz.


 El mes pasado descubrí que sesenta y nueve (69), un número que me gustaba por demás, a veces no es un número de mí agrado. Y es que, sesenta y nueve son los kilómetros que separan a la hermosa ciudad que es Cracovia del infierno más repulsivo que fue Auschwitz.
En apenas algo más de una hora, y sin ir por autopista, alguna llegas al infierno. La Tierra está plagada de infiernos.
Allí los nazis, hace sólo ochenta años, practicaron todas las aberraciones que pueda albergar la sinrazón humana. Concentraron gente, practicaron la exterminación masiva y la degradación máxima del ser humano y los campos se llenaron de hiel.
Las cenizas de los masacrados, ni siquiera sirvieron de abono de aquellos yermos páramos y aquel basto paisaje fue testigo mudo de la desolación más absoluta.
El mundo se conmovió, la gente lloró al unísono al enterarse del horror sufrido por aquellas miles de almas abandonadas a su suerte y sobre el mundo cayó el oprobio de lo sucedido allí.
Aprendimos a vivir con la historia, la olvidamos y nos empeñamos en repetirla a cada rato. El terror siempre acecha, y aunque en un grado menor, no hay década que no suframos brotes de espanto.
Sin embargo, y aunque la cosa no parezca posible, el mundo está lleno de Auschwitzs. Lo más son desconocidos, los menos no son recordados y todos guardan un punto común entre ellos, todos son silenciados y a menudo desdeñados.
La gente, la gran masa, prefiere vivir en la ignorancia antes que en el conocimiento. Preferimos pasar página, e incluso los más melifluos optan, de forma descarada, por no oír hablar siquiera del asunto. Otros, pese a todo, se empeñan en negar la evidencia de la misma manera que hay imbéciles que todavía manifiestan estar firmemente convencidos de que la Tierra es plana. Cuestión ésta que, sin duda y pese a que todos los cráneos son redondos, que demostraría que el de algunos es plano.
En Auschwitz hubo muchos campos, la mayoría no existen hoy en día.
En Birkenau, apenas a tres kilómetros, los nazis dedicaron ciento sesenta hectáreas de terreno conquistado a practicar todos los horrores que fueron capaces. La degeneración y la depravación humana, alcanzó su máxima cota.
La solución final fue administrada allí sin discriminación alguna. La esperanza de vida de los internos en aquel Infierno, e Infierno se antoja eufemismo, apenas alcanzaba las dos semanas. Con aquel caldo de cultivo y con aquellas esperanzas, la mayoría de los internos se tuvieron que convertirse en bestias para intentar sobrevivir. Padres que mataban a sus hijos por un mendrugo mohoso de pan, heces y orines que caían de lo alto de literas entablilladas de madera y todo tipo de calamidades que la mente humana se pueda imaginar, sucedieron allí.
En aquellos campos, los nazis intentaron relegar a las personas a la condición de animales y lo único que consiguieron fue convertirse ellos en bestias y en lo más vil y rastrero de la raza humana.
Aunque, los nazis no fueron los únicos y posiblemente tampoco sean los últimos. Y si no, mirar lo que sucedió en Rusia, lo que ocurrió en Camboya o lo que…

Y aunque allí ahora florezcan las flores, los campos se rieguen con lágrimas y el respeto abone los campos, esta historia es tan interminable como bochornosa.