Los vendedores de
paparruchas, los botarates y en general todos aquellos tipejos que se pasan la
vida diciéndonos lo que hay que hacer, lo que está bien o lo que está mal,
podían hacernos un favor al resto de la humanidad e irse un ratito a la mierda.
Porque, ya está bien de tanta tontería, coño. Iros a la mierda, joder. O si
preferís hacer otra cosa también podéis optar por: darle las lecciones a
vuestra madre.
Creerme, será difícil
vivir sin vosotros, se os echará de menos. Pero, por favor, ¿porque no os vais
a pescar, a rezar o simplemente a cagar como todo el mundo? Lleváis toda la
vida dándonos la murga, ¿y cuando os llega la edad de jubilación, qué hacéis?
Pues, seguir ahí, dando la tabarra. Ser coñazos parece vuestro sino. Como decía
el coronel Kurtz en Apocalipsis Now: el horror, el horror.
Todo lo anterior viene
a cuento porque a Gemma Nierga la han despedido de la SER.
Sus fans lloran y
claman contra Cebrián. Pero Cebrián, que es un hombre muy malo, y que debe
estar ocupadísimo tomando este tipo de decisiones y de paso quebrando a PRISA,
es un hombre inasequible al desaliento, que ha hecho oídos sordos a las
críticas y que ha despedido a Gemma
Nierga sin ningún miramiento.
Según algunos, y
siempre al parecer, la SER, después de 30 años, se ha quedado sin una de las
periodistas más celebérrimas. Rama plúmbea, eso sí. Pero, siempre nos quedará
Gabilondo. Don Iñaqui. Va con el mobiliario. A ese no lo jubilan ni poniéndole
una recortada en el pecho. Fijaros si será necesaria su sabiduría y su perorata,
que ahí sigue. Inasequible al desaliento.
De la quinta de Felipe González, otro souvenir de cuando se hacía la mili con
lanza. Líquenes y fósiles ahí siguen. Al pie del cañón. Siguen siendo santo y
seña de la profesión periodística. Y aunque en sus gargantas adornen pintitas
blancas, lo cual indica infección, estos aguerridos y esforzados de la noticia,
ahí siguen. Ya lo decía Joe Rígoli: yo sigo. Dando el callo y cobrando cifras
de infarto en vez de ir a pescar o de irse a tomar por culo y dar vueltas a
algún paseo marítimo como hacen los buenos jubilados para bajar el colesterol.
Ellos, no. Ellos se sacrifican y siguen ahí. En sus puestos. Son los fantasmas
titulares del castillo. A estos no les tose ni Dios. Qué ocurrencias, ni osa
carraspearles siquiera. Son las caras y los jetas del viejo periodismo.
En fin, lo escrito: que
a Gemma Nierga la han echado de la SER. Las señales son obvias, el mundo llega
a su fin.
Todo esto me recuerda
cuando a Maruja Torres la echaron de El País. Otra ignominia, otro
despropósito. Y la casa sin barrer, y siempre a prisa, por el bien de PRISA y para
que PRISA quiebre con estilo.
Aunque, eso sí, a
Cebrián, o a los hijos de Cebrián,
podremos verlos navegar en compañía de los hijos de González o de
Gabilondo, los próximos cuarenta años por el Caribe gastándose la mangancias
heredadas de papá.
Así que, Gemma no te
preocupes. Tus hijos no se irán a la Mierda precisamente. Pero… que sí, que
tienes razón, lo tuyo es una pena, Gemma Nierga.
Es más, siempre lo fue:
¡de puta pena!
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