MONTORO Y LAS PAJAS.

Creo que era Quevedo el que decía que vivía amancebado con su mano. Creo, pero de seguro no lo sé. Lo que sí creo es que Montoro, que no es precisamente un Quevedo de la vida, ni falta alguna que hace, no conoce la anécdota,  porque si la conociera a estas horas las pajas tendrían impuesto.
Porque este hombre con cara de antiácido de sabor a limón, parece dispuesto a amargarle la vida al más pintado.  
Aun así hay que dar gracias. Gracias porque el jacobino este,  empleado de ministro, jamás haya leído libro alguno que no trate de economía, y que, por tanto, gracias a su supuesta ignorancia, pierda oportunidades.
También tenemos que dar las gracias porque vivan encerrados en sus torres de marfil. Porque, gracias a ello, todavía hay cosas importantes como “lo bailado” que no tienen impuesto propio.
Porque, ¿quién no ha oído alguna vez esa expresión que dice: que me quiten lo bailado?  Pues, todo el mundo menos Montoro, que no la ha oído y no te quita nada. Que si no…
Así que, ¡menos mal!, y cuidadito para la próxima. A ver si de ahora en adelante pensáis un poquito lo que decís.
Somos afortunados con las lagunas intelectuales del ministro. Porque si se hubiera tomado la molestia de leer  a Philip Roth nos escabechina a todos. Seguro.
Imaginaros el panorama. Montoro ojea un libro. Cáspita, qué mala suerte hemos tenido, en sus manos ha caído la cuarta novela que escribió el neoyorquino antes mentado: El mal de Portnoy.
Atónito lee lo que afirma el protagonista de la obra, un tal Alexander Portnoy:
“la minga era lo único que podía considerar mío en este mundo”
Y como es natural, tiene una revelación. Clama desabrido en el despacho: cómo no se me ocurrió antes.
Y ya la hemos liado parda. Porque el próximo consejo de ministros aprobará las nuevas ocurrencias del ministro jacobino. De tal manera que al cabo de veinte días el BOE publica la ocurrencia en sus páginas.
Y santa Rita, Rita, lo que se da, no se quita. A joderse toca.
Y todo por qué. Por leer.

De todo lo cual se puede deducir, inferir o desprender (lo que prefiráis) tres cosas, por lo menos: la primera es que menos mal que nos gobiernan ignorantes, la segunda es que en boca cerrada no entran moscas y la tercera es que leer puede perjudicar gravemente el bolsillo.  

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