SÍNDROME DEL DEDO DE MANDRIL.

Aunque están presentes en nuestras vidas a diario es cuando sufrimos alguna catástrofe cuando la subespecie que nos gobierna nos enseña de que pie cojea. Porque es en ese momento, mejor que en ningún otro, cuando se les ve clarísimamente el síndrome del que padecen. El síntoma sirve para diagnosticar la enfermedad:
Síndrome del Dedo de Mandril.
Esa enfermedad que sólo afecta a la subespecie de las garrapatas que nos gobierna, cursa con deseos imperiosos de desplazamiento, de coger el helicóptero de empresa y de sobrevolar la zona afectada; y sobre todo, cursa con ganas irrefrenables de enseñar el dedo índice y pasarlo por algún mapa, mientras que los cámaras en plantilla, probablemente del canal autonómico mangoneado, les inmortalizan haciéndose los guais, los aplicados y los entendidos en cartografía.
Hablo de nuestros fenómenos naturales de cabecera. Hablo de nuestros gobernantes. Hablo de la subespecie dominante.
En las catástrofes sin víctimas esa es, más o menos, la forma de proceder. Pero en las catástrofes en las que sí hay víctimas es donde los afectados por esa enfermedad, que recordemos es el Síndrome del Dedo de Mandril, nos enseñan todo el catálogo de disparates de los que son capaces.
De tal manera que, incluso siendo ellos los últimos responsables del disparate, se presentan en el teatro de operaciones y montan un circo de tres pistas.
¿Recordáis Angrois?
Sí aquel, ¿accidente?, que se produjo en el AVE, que no era AVE, cuando estaba llegando a Santiago, y el que por culpa del despiste del maquinista, y sobre todo por la falta de medios habituales en otros trenes, lo que hubiera evitado el accidente, se murieron 100 personas.
¿Lo recordáis?
En ese momento los afectados por el Síndrome del Dedo de Mandril tiraron la casa por la ventana.
No sólo se desplazaron al lugar de los hechos a hacerse vídeos y fotos. También montaron en el lugar de Angrois un plató de televisión con muchos figurantes con derecho a frase. Todo el mundo fue entrevistado y todo el mundo tuvo sus cinco minutos de gloria como bien se encargó de mostrarnos la televisión.
Desempolvaron sus mejores galas, visitaron a los supervivientes en los hospitales y palmearon convenientemente los hombros a los familiares de los fallecidos. Los consolaron con promesas, les enseñaron sus mejores mapas e incluso organizaron una misa solemne en la catedral con gran éxito de público.
Lo prometieron todo y lo incumplieron todo. Pero lo importante ya había sido hecho, ya habían salido en la televisión, ya había hablado en las radios de ellos convenientemente y ya habían lucido todos los artilugios de empresa que tienen para desplazarse.
Porque hasta aquí vino el Presidente, hasta aquí vino el Rey y si llega a venir el Papa podríamos decir aquello que era tan trending topic por los retretes de ese mundo:
Aquí caga el Rey, aquí caga el Papa y sin cagar nadie se escapa.
Eso sí, el mojón ahí sigue.


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