DE MUSEOS Y ZURULLOS.

¿Soy un radical? Sí, yo creo que si. También soy un desmemoriado, porque ahora, aunque me maten, no recuerdo si estuve o no estuve en Suecia, capital Estocolmo, ¿O es al revés? Ah, si: estuve. Casi no me acordaba. Estuve en aquél viaje que hice en un barco a uña de caballo. Paradojas. Estuve, estuve. Recuerdo pasar por delante del Museo Nobel, y por supuesto no entrar. ¿A qué? ¿A ver dinamita? No, mejor no. Pero en Estocolmo hay muchas cosas. Está llenito hasta los bordes de suecas tratando de llamar la atención de los suecos, que como todo el mundo sabe tienen mucha afición a hacer eso: el sueco. ¡Viciosos!
Viene todo esto a cuento de que a mí cuando viajo me gusta mucho ir a los museos. Pintura, escultura, antropología y demás feria de variedades. Sobre todo me gusta ir a primera hora de la mañana, cuando abren. Me motiva mucho la idea de que, en caso de apretón, puedo echar el trullo a dos salas de… no sé… ¿un Picasso? Mola. Todo limpio, recogido y cada cosa en su sitio. Defecar en un museo es un arte, un placer. Hay que ser un tío viajado como yo para saberlo, y si además eres de los que le coge la hora de plantar pinos fuera, nada mejor que un museo para un boceto. Todo es quietud. Te puedes concentrar, y allí te  puede salir una obra maestra y todo.
Por eso hoy me apenó mucho lo que escuché en la radio. Sí, en el coche la escucho, en casa no. No tengo mando a distancia para encenderla, y algunas cosas me dan una pereza… Además, es mucho mejor que la tele, el único inconveniente es que no se ven escarabajos pelotudos de la familia Belén Esteban o la muy ínclita Chabelita.
El caso es que iba o venía, tampoco viene al caso, en el buga y lo escuché. ¡Cáspita! Exclamé transido. Qué buen trullo hubiera echado allí, afirmo.
Hablaba un señor de esos que viajan mucho, y que recomienda sitios.  Adónde ir, qué ver y qué cosas debes hacer, comer y beber, y decía: Sí, amigos si (cuánta gente debe conocer este hombre), si vais a Estocolmo no os lo podéis perder. Si queréis ver cómo eran aquellas años, cómo se vestían y escuchar TODOS sus discos tenéis que ir. Se trata del museo ABBA. El mítico grupo sueco que ha vendido la friolera de cuatrocientos (400) millones de discos en todo el mundo.
Yo no sé si me vais a entender, pero… me entró una mala conciencia que… En fin, pelillos a la mar. Otras visitas a uña de caballo haré, otras ocasiones vendrán, y en otoño las hojas caerán. Cosas que pasan. Ay, que me pongo lánguido.
De todas forma, y como soy un tiquismiquis, una vez arribado a casa, aparte de ecco… y tomarme un café, fui a San Google de todos los Saberes y miré.
Resulta que los cinco pisos del Museo ABBA fueron inaugurados en el año del señor de 2013 D.C. Y, si no recuerdo mal, yo estuve en Estocolmo paseando a uña de caballo, y viendo pasar zagalas y zangolotinos en bici por el 2008, y… la cosa aún no existía. Es más no había ni rumores, porque si no, creerme no habría entrado allí ni aunque me estuviera cagando mismamente.



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