Me creáis o no, la verdad es
que me es indiferente, escribir se ha convertido para mí en una auténtica necesidad.
Es una actividad entretenida, distraída y con el pasar del tiempo se ha
convertido en cotidiana.
En siete años he escrito más
de mil post y una novela. Si juntara todo, y todo se publicara, daría para más
de diez libros. No está mal. Hace que me sienta satisfecho de mi mismo y
contribuye a sentirme útil.
He escrito fabulaciones
diversas, escrito innumerables post políticos, de pretendido humor, y unas
veces creo que acierto, otras desbarro de principio a fin, y siempre me
equivoco.
Porque mi metodología a la
hora de escribir deja mucho que desear. Lo hago prácticamente a la caída.
Apenas reviso, y con la escusa de que es un blog y de que escribo para mí
mismo, me consiento algunos errores. No uso corrector, ni siquiera el del Word,
y si en menos de una hora un post no está resuelto lo abandono y paso a otra
cosa.
Sin embargo, con la novela
me tomé mi tiempo, y aunque empleé otro método cuando iba por la mitad me di
cuenta de todos los errores que estaba cometiendo. Sobre todo de planificación.
Y es que, la mejor forma de aprender es equivocándote.
La experiencia ha sido
reveladora. Me he dado cuenta de mis carencias, y de que, sin una buena
planificación, cometes fallos que luego cuesta mucho enmendar. Y pese a que la
novela que he escrito es de una sencillez pasmosa, alejada de cualquier tipo de
ostentación literaria y sin ínfula alguna de trascendencia, uno siempre gusta
del trabajo bien hecho. En fin, esperemos.
Todos guardamos historias o
secretos. No soy una excepción. Y aunque soy de esos tipos, modelo
transparente, que miente sólo lo indispensable, y casi siempre por educación,
ayer revelé, a un amigo, un “secretillo” del que incluso yo me había olvidado
hasta ese momento. Atañe a la parte surrealista de mi vida y no tiene la menor
de las importancias.
Hablábamos de la Renta de
Integración Social de Galicia (RISGA), y decía el amigo que los licenciados no
tienen derecho a obtenerla. Deben suponer que ninguno está en riesgo de
exclusión social o algo así. En todo caso, no sé. Entonces le respondí: coño,
entonces yo no tendría derecho a solicitarla. Qué pasa, ¿eres licenciado? Sí,
creo que si o no o vete tú a saber.
Me explico:
Lo cierto es que hace veinte
años trabajé, durante un breve tiempo, para un laboratorio muy importante
dentro del campo de la homeopatía. Al cabo de seis meses lo dejé porque
simplemente no soportaba a una parte importante de mis clientes: los
naturópatas. Alguno me ponía del hígado. Así de sencillo. El caso es que al
laboratorio le venía bien, imagino que por cuestiones fiscales o de
subvenciones variadas, que yo fuera licenciado, pero… no lo era. Sin embargo
ellos encontraron la solución. En mi contrato ponía que era Licenciado en
Derecho por la Universidad de la Amazonía. Chúpate esa. Debo ser el único
licenciado de este mundo que jamás se sentó en aula alguna de una facultad.
Y os digo la verdad: no sé
si soy o no soy. A mí me sacas de heterosexual y todo el campo se me vuelve
orégano. En todo caso me la pendulea, Aunque, viendo lo que veo y escuchando lo
que escucho me pregunto: “Oye, ¿y el Mariano éste no será compañero mío de
promoción? A lo mejor también resulta que la oposición de Registrador de la
Propiedad también venía con el set de la señorita Pepis.
Porque… ve tú a saber.
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