Lecciones de urbanidad en Facebook



El otro día, ese amigo que todos tenemos, un tipo culto pero floripondio, ameno y pestiño a la vez, y siempre atento a sus conveniencias y a los consejos de mal pagador que su boca depara, me dio una serie de consejos prácticos a propósito de la buena educación que, según  él, son de obligado cumplimiento en Facebook.
Para empezar, decía él: no aceptes solicitudes de amistad de personas que no conozcas. ¿Para qué?  Si ya crees que conoces a suficiente gente, y si además alguna de esa gente está empeñada en hacerte ver sus insuficiencias, qué ganas abriéndote a nuevas incógnitas. Así que, tú mismo. Pero, mejor no. El mundo está repleto hasta los bordes de cretinos.
También puso especial hincapié  en lo siguiente: no seas nunca maleducado. Ahorra insultos y prevendrás en salud. ¿Qué ganas haciendo partícipes a los demás de tu mal humor o informándolos de tu falta de empatía o haciendo visible que eres una persona bastante odiosa, malencarada y maleducada? ¿Ganas algo acaso participándole a los demás tus defectos? Pues eso, no seas bobo, cállate.
Tampoco te creas en la obligación de darle al me gusta a todo aquello que pongan amigos o conocidos en sus muros. Más aún si esos amigos o conocidos ponen chorradas, igual que tú, o cosas que, para ti, no tienen el menor interés. No lo hagas ni siquiera como devolución de favores. Que la otra persona abuse de darle al me gusta con premura y peloteo no te obliga a ti a practicar el mismo deporte, Ni eso ni lo contrario. Porque, ya sabes, que hay gente tan rancia y tan vaga que para dar un me gusta tiene que suceder un milagro.
Después, y esto es muy importante, está la horda de orcos que un día se creen graciosos, y que siempre están de mal humor, además de en posesión de la verdad, y que pondrán en tu muro comentarios desatinados, improcedentes y altamente reveladores de una personalidad tan anodina como resentida. Ante esto, no contestes. ¡Jamás! Ni te dignes, ni excluyas ni bloquees. ¿Para qué? A enemigo que huye, puente de plata. Porque hay gente, que aun proclamándose amiga ni siquiera interesa darle el rango de enemiga. Porque el que nada es, nada importa.  
Verás también al aprovechado común, muy frecuentemente por allá en los perfiles: se trata del que envía páginas para que le des al me gusta, aunque jamás se tome la molestia de hacer lo mismo con las que recibe. No te preocupes, son inofensivos.
Después de todo lo anterior, culto y floripondio, me habló de los emoticonos y de las bondades que estas figuritas bien utilizadas ofrecen.
Tan es así, que cuando salí de allí y me libré del influjo paranormal que este hombre casi desconocido ejerce sobre mí, y en cuanto llegué a casa, repartí comentarios a diestro y siniestro cargados de mala baba y repletos de emoticonos, que dieron por resultado cuatro amenazas de hostias, tres expulsiones, dos bloqueos y una cita para un duelo a pistola, primera sangre, a las 12 detrás de la catedral.
Por tanto, para allí salgo. Y si no vuelvo, ya sabéis mis últimas voluntades: la petaca para mí hermano.



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