Foto sacada de eldiario.es
Leo en algún sitio que
un equipo multidisciplinar formado por profesores de derecho, ciencia política,
psicología y antropología, abogados, trabajadores sociales e investigadores ha
elaborado una propuesta para una regulación sobre el cannabis, su consumo y su
distribución.
La noticia, como no podía
ser de otra forma, la leo mientras me fumo un porro. Y si en este momento
tuviera que responder a alguna pregunta sobre este tema diría con la máxima
seriedad: Sinceramente, en este equipo
multidisciplinar echo a faltar a Perico de los Palotes.
Porque, a ver si lo he
entiendo:
¿Hay que encargar un
estudio a un equipo multidisciplinar (eufemismo, por tanto, de “expertos”) y pagar una pasta gansa para
que nos digan que el cannabis tiene menos efectos secundarios que el güisqui,
que el coñac o que la caña que algunos echan al café?
Quizá sí, quizás haga
falta remarcar lo obvio con precisión de topógrafo. Quizás, incluso, también
haga falta la concurrencia de más expertos en el estudio de la cuestión. Puede
ser. Ante lo cual repregunto:
¿Estaremos los consumidores
representados en dicha comisión o simplemente tendremos que aceptar que sean
profesionales, que no expertos, los que decidan sobre el tema?
La cuestión a dilucidar
se antoja perentoria por necesaria. Además de haber muchísimo dinero en juego
para las arcas del estado, también está en juego la libertad de las personas.
Tenemos derecho a decidir sobre aquello que más nos convenga hacer. Sólo hay
que tener como referencia un manual de ética, y en último extremo tener siempre
presente el Código Penal por aquello de evitar malentendidos. Sin embargo, ni
el Código Penal acepta la realidad de que el cannabis está en nuestras vidas,
ni a la mayoría de los políticos les importa una higa tal cuestión.
El voto del porrero es
un voto diseminado. Puede ser votante de cualquiera, porque drogarse no aporta
clarividencia de ningún tipo. Es sabido. Es más, es tan sabido que incluso se
sabe que hay muchos drogadictos y otras gentes de mal vivir que votan a la
derecha.
De todas formas, para
ellos (para los políticos), siempre es preferible ganar el voto del
pensionista, muy mayoritario, o el voto de la depauperada clase media, porque
sabe que dichos votos le pueden dar un puesto en algún lado y después a vivir y
fumarse un canutillo como dios manda. Total, la vida son dos días y hay que
aprovechar.
Y una vez colocados,
que se saben colocar muy bien, se encargan un retratito al óleo de sí mismos para
colgar de la pared y flipar un poco. Así, el mundo guardará recuerdo de sus grandes
logros y podrá poner jeta del político colgado.
Para mí que no se enteran.
Como esta tropa de ciegos siga así, un día de estos nos damos un golpe.