De acentos y de imbéciles.


Hay dos tipos de mi de la misma manera que hay dos tipos de imbéciles. Tenemos el mí con acento y el mi sin acento. Uno es pronombre personal, otro posesivo. Igual que los imbéciles: personales y posesivos.
Sin embargo, y como ya sabemos que hay dos tipos de imbéciles, de la misma manera que hay dos tipos de mi, y como también sabemos que unos llevan tilde y otros no, también tenemos que saber que uno es conocido como imbécil vulgar, mientras que el otro lo es por imbécil con ínfulas
La prueba de lo anterior la tengo cuando pongo la tele y veo ese programa que acaba en viceversa. En ese momento sé qué estoy ante el imbécil vulgar. Porque distinguir a este tipo de imbécil es fácil: siempre apela a la frase mi verdad. Verdad que no necesariamente tiene que serlo, pero como es mi,  si cuela es verdad.
Profundo, ¿no? Pues de profundis seguimos.
Porque, para vuestra información, constato que todavía hay un imbécil de peor ralea. Hablo del imbécil sofisticado, del imbécil en plantilla. Y aquí, con este tipo de imbécil, hay que hacer una subdivisión: está el imbécil con ínfulas y el imbécil desclasado. Porque, aun haciendo los dos lo mismo y sirviendo para lo mismo, o sea, para nada, el imbécil con ínfulas es el que dice mi profesión, mientras que el desclasado se tiene que conformar con decir mi trabajo.
Después, y dependiendo de la vehemencia del personaje, el imbécil triunfa más o menos. Y como el triunfo, mayor o menor, siempre lleva aparejado dinero, vemos que tanto el imbécil común como el imbécil con ínfulas, lo gana a espuertas pese a hacer gala de su analfabetismo y de su imbecilidad.
La prueba de todo lo anterior la tenéis en Tele 5. Allí podéis ver al imbécil común en su hábitat natural: Mujeres y hombres y viceversa. Y al imbécil con ínfulas en Sálvame o, como dicen ellos, en Salvame.


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