Hay una corriente de
opinión bastante extendida, propalada
por intelectuales de reconocido prestigio, de tendencia, a mi entender,
clasista, narcisista y excluyente en grado sumo.
Dos de los más
importantes impulsores de esta corriente de opinión son personas por las cuales
siento gran admiración: Emilio Lledó y Umberto Eco.
Dice Lledó en una
entrevista en El País: “La libertad de
expresión no vale si solo sirve para decir imbecilidades”.
Bueno, si don Emilio lo
dice. Quizá, a lo mejor. O sea, puede ser que sí o puede ser que tampoco.
Antes que Lledó,
Umberto Eco en La Stampa había dicho:
“Las
redes sociales le dan derecho de hablar a legiones de idiotas que primero
hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos
eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un
premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”.
Lo cierto es que ambas
frases dan que pensar. A mí, por lo menos. Las dos parecen certeras, pero aun
teniendo en cuenta que vienen de quien vienen y el reconocido prestigio del que
ambos gozan, tengo que decir que estoy en total desacuerdo. Con el uno y con el
otro. Sin embargo, tienen razón en algo: ¡hay mucho idiota! Pero no sólo los
hay en los bares y en las redes sociales, que también. Sino porque los idiotas
están en todas partes. Nos rodean.
Porque, ¿vosotros cómo
tildarías a Sostres, Espada, Dragó…? Y paro con la lista para no aburrir aún
más. ¿De imbéciles? Pues tampoco. Estáis equivocados, igual que lo están Lledó
y Eco.
Porque en esta vida tiene
que haber de todo. Y el todo incluye al imbécil de barra y al plumilla cabrón.
De tal forma que, si
abres algunos periódicos y si lees a algunas gentes, te sientes transportado a
la barra de algún bar. La diferencia está en que en la barra del bar no te vas
a encontrar ni con premios nobeles ni con intelectuales de reconocido prestigio,
mientras que en las páginas de los periódicos te vas a encontrar con idiotas a
troche y moche que usan la libertad de expresión igual que el papel higiénico,
para limpiarse el culo.
Por tanto, y si tuviera
que elegir, entre la invasión de los idiotas y la invasión de ciertos
intelectuales, no sabría que elegir. Parecería que entre orates anda el juego,
y tampoco es eso. Gracias a internet hay más vida en la galaxia Gutenberg.
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