FERIA MEDIEVAL.

No hay ciudad o poblacho con ínfulas que no incluya en sus fiestas patronales una Feria Medieval. Se trata de lo de siempre: aglomeración de gente, precios disparatados e insalubridad al límite. En estos eventos se pueden degustar cosas tan del Medievo como un bollu preñao y sidra de manzana al “furricón”. Todo ello aderezado de gargantillas, zarcillos y abalorios diversos. Todo multicolor. Los feriantes se visten supuestamente al modo de aquellos tiempos, y junto a las bambas Adidas o Reebok, trending topic en la Baja Sajonia, se ajustan unos calzones y ya está. Transformación realizada. La oruga se transforma en crisálida. Un herrero disfrazado enseña músculos cincelados en el gym, y sólo faltan unas bostas para dar color y olor a la escena.
La aglomeración es importante. No hay cerveza caliente ni vino especiado típico de aquellos tiempos, pero en vez de eso florecen los titiriteros, y los bufones nos entretienen bailando cariocas. Cabe todo: acróbatas, contorsionistas, equilibristas, escapistas, forzudos, hombres bala, magos, malabaristas, mimos, monociclistas, payasos, titiriteros, tragafuegos, tragasables, trapecistas, ventrílocuos y zanqueros. Todo muy medieval, todo un circo a tú disposición mientras engulles un melindre cocinado con una receta ancestral de hace veinte años o disfrutas de un pastelillo judío.
Todo de buen rollo, por supuesto. Porque todos sabemos que en la Edad Media el buen rollo se vendía por arrobas. No había pestes, ni miserias, ni guerras, ni siquiera mutilados. Aquellos abuelos nuestros estaban todo el día de buen humor. No es de extrañar: vivían en una feria constante, e incluso podían asistir a alguna Justa organizada por los señoritos de antaño algún que otro domingo con derecho a barbacoa.
Y ahora, hogaño, seguimos igual pero de otra manera. También se celebran Justas, que era la manera que tenían los caballeros antiguos de demostrar su destreza con las armas. Siempre a lomo de caballos. El litigio se resolvía con la muerte o contusión mayor del adversario. Derecho consuetudinario. También estaban los Torneos que se celebraban con armas simuladas, Lo mismo que ahora en que se empeñan en llamar Justa a lo que es Torneo.
El ganador, según las películas, gozaba a menudo de la mano de una princesa que previamente le había regalado un pañuelo, y sin embargo ahora el afortunado paladín se hace directamente con las bragas de la usufructuaria. Cosas de los tiempos. Actualización de software.
Los tiempos no han cambiado, el revival de chorradas continúa, seguimos en lo de siempre. Las bicicletas son para el verano, y en estío hay que distraerse; y si sales a la calle, y en tú ciudad no hay una Feria de éstas es que vives en un sitio que no merece estar en el mapa. Así de claro.

Eso sí, los menesterosos, los tullidos, los sifilíticos, los desarrapados y los leprosos seguimos condenados al lazareto. Deogracias. Y de vez en cuando la Autoridad Incompetente en materia de Verbenas y Fiestorros nos tira un bollu preñao a la cabeza.

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