Nació en el mar y creció
entre las olas. Fue importada de Oriente, y es la diosa del amor, del erotismo
y de la fecundidad. Una mujer coqueta y voluble, también magnánima. Amparaba a
las prostitutas, y a cualquier donjuán. No le daba importancia al pecado, y fue
también diosa del mar. De origen fenicio, esta diosa jugaba con su poderío
erótico y levantaba pasiones entre los humanos, entre los dioses y entre todo aquel
que tuviera ojos y oídos. Fue la elegida de Paris como la más hermosa de las
diosas. Provocó guerras terribles. Hizo que Helena, la esposa de Menelao y
cuñada de Agamenón, loqueara por el amor de Paris, y que abandonara su casa para
fugarse con él. El cornudo Menelao y su no menos cornúpeto hermano Agamenón
organizaron una guerra. Troya fue conquistada tras diez años de asedio.
En su currículum indica que
yació con Zeus, y que a éste se le despertó tal ansia de sexo que no quedó ninfa
que cataran sus apetitos.
Después decidió probar con
un mortal. Eligió al bellísimo Anquises, un troyano apuesto como un dios. De su
vientre nació Eneas. Retomó su viaje sexual con Hefasto, el cojo dios herrero.
Feo como la tiña. ¡Qué verá en él! Exclamaban las comadres. Después se enrolló
con Ares, el terrible dios de la guerra, y con el mensajero Hermes del que tuvo
otro hijo llamado Hermafrodito, un ser de doble sexo. Y para no perder el
hábito yació una temporada con Poseidon, hermano de Zeus, dios de todos los
mares. La crónica añade que Poseidón estaba loco por ella.
Cuando Dionisio fue admitido
en el Olimpo en ella se despertó la curiosidad. Acabaron en el catre. Parió a
Príapo, un niño repulsivo adornado con una gran verga. Se folló a Apolo, al
bello Adonis a quién amaba con locura, y al argonauta Bute.
Se lo pasó bien. Vivió como
una diosa, y siempre será una diosa. Mi diosa favorita: es AFRODITA.
Pd. Dice Javier Reverte: “Así
eran los dioses de los griegos: injustos, lujuriosos, vengativos, caprichosos, temibles
y malignos.
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