PREYSLER, REINA DE CHONIS.

Porque aunque todas y todos sean de la misma especie puede ser de distintas razas. De la reina de la casquería a la princesa del pueblo sólo hay un photo call. Un suspiro.  Mientras unas son rubias de agua oxigenada otras gastan mechas Farmatint. Cuestión de estilo, y peinado aparte, todas y todos son de misma caspa: Chonis. Persona que no teniendo oficio tiene mucho beneficio. Seres capaces de hacer caja, y abundante, a costa de los curiosos de la vida de las ladillas.
Eso sí, mientras de una hacen propaganda, en la que dicen es la revista más comprada por los batracios españoles, ésa que se llama “Hola”, la otra despotrica en Sálvame que ganó no sé qué concurso. La gente está contenta, distraída. Es sabido: lo importante es tener salud y no llevar un golpe. No vaya a ser que te quedes así: choni.  
Cambió el carrete por el oxímoron. Usó el símil, le hizo una opa de metáforas y Machu Pichu rindió plaza bragueta. Hipotecó a tía Vargas y se fue con la prima choni. De su capa hizo un sayo, y se dejó fotografiar de la mano de un jarrón chino. Otra opción.
Cuatrocientas operaciones de estética antes, ella fue señora de Carcamal Diverso (otra flora), madre de idiotas reconocidos, y amiga de la nietísima del muy generalísimo hijo de Ferrol, antes de si mismo. Hizo carrera en el papel cuché. Licenciada de Iglesias orinó desde el trampolín del marqués, hasta acabar el doctorado en SL (sus labores). Y, hala, a vivir. Que son dos portadas.
Levita por esas baldosas, recibe al embajador, y anuncia cosméticas surtidas. Hace bien. Es de interés común que los batracios estén entretenidos. No vaya a ser que se despierte la marabunta, que desciendan del Olimpo del glamour en el que viven, y se topen con la triste y cruel realidad.
Ya lo dice el refrán: “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”.
Anda y que os den a todos por salve sea la onomatopeya. 



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