Sólo los tiene la mitad de la población. He ahí lo
interesante de estos bacilos. Existen, al igual que Teruel, son necesarios, no
son vacilones. Me encantan estos bacilos, qué ricos están. Bacilos de una
morenita, en un claroscuro, en una habitación con un espejo, con un adhesivo,
domund 83, ¿quién la despega? Para qué, ahí está igual que el bacilo. Siempre
ahí. Ad infinitum está.
El amor, el deseo, el sabor, sin pagar, qué horror, ¿el amor
se paga? Qué desdicha. Pagarán por sexo, por amor no. Qué peaje tan cansino.
Qué placer más dichoso. ¿Pagar? Jamás el amor es sexo, el sexo sin amor no es
nada, me aburre sólo pensarlo. Qué desdicha. Millás eres grande. Ayer en el
suplemento de “El País” te saliste del artículo, y el anterior, ¿lo leyeron? El
de los japos, justo en la página anterior. Maestro, ¿cuando aprenderán otros de
ti? Que te lean, que te copien, que te plagien. No podrán, el estilo lo tienes
tú, el fondo, la forma y además te dan premios, y además vives de eso. Qué
placer debes sentir. Qué feliz debes de ser. O, tal vez, no. A saber. No se
debe de envidiar lo que no se sabe. ¿Para qué? Lo deseas, lo consigues, se
estropea. Siempre igual. Hay domingos que parecen sabadete, hay domingos sin
espera, hay domingos que por un quítame allá esos euros lo encuentras. Incluso
varios. Qué envidia. Menos mal que ayer fui a un quiosco donde venden buenos
artículos, no es lo mismo en cualquiera. Qué suerte haber encontrado el sitio,
la manera, el paseo mañanero, los pies en el Atlántico, el agua fresca y tibia,
una piragua, un meandro, una sonrisa, un lamento escondido, una duda no
resuelta. Mañana de domingo, para variar, placentera. Ahí estamos en un cruce
de caminos, con la ecuación resuelta, dos variables, x al cuadrado, y resuelto,
elevado a la enésima potencia, derivada, integral de ti mismo. Cuán placentera,
esta mañana de verano que debía ser primavera. Bacilo que no vacilo, cuando te
miro a los ojos y digo lo que digo, no digo Diego, ni Rodrigo, lo que digo,
digo es. Para ti, rubita placentera. Amor de mi vida, toda la vida en espera.
Qué dichoso el bacilo que tú flora anida. Qué bonito en esta
dulce primavera. A tú vera, calavera. No dudes que el amor no se paga, se
entrega; no es una quimera; ahí está en este verano de primavera, dulce flor de
jara, noche entera, pringosa y altanera, triste a tú manera, seria, adorable
primavera.
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