Hace muchísimos años que no lo veo. Pero en a finales de los
setenta nuestra relación era diaria. Todos los días tomábamos café. Siempre
puntuales. Ni quedábamos. Ni nos llamábamos, nos veíamos al modo antes.
Bajábamos a la misma hora y ya está. Que le den a la telefónica. Uno de mis
excéntricos de cabecera. En pleno invierno bajaba de camiseta, paraguas y
guantes. Tenía su explicación. Rumbete tocaba el piano, con seis grados no
tenía frío en el cuerpo, pero sus dedos entraban en sabañón. Como se pasaba las
tardes haciendo escalas cada vez más aceleradas con un metrónomo que le
indicaba el tempo, cuidaba lo esencial. Tenía dos habitaciones en su casa, un
pequeño dormitorio y una italiana donde tenía el piano y un sinfín de discos de
música clásica, libros y revistas. Un puro desorden. Debajo de toda aquella
pila de papeles y cachivaches un día encontré no menos de cien revistas “El
viejo topo”, cuidadosamente ordenadas por numeración y con comentarios del tipo
“este tío es gilipollas” “pues vaya mierda” “piénsalo cinco minutos, estúpido”
“me cago en Virginia Wolf” “si eres más cretino te accidentas” No había un solo
comentario positivo por ningún lado. Se las pedí prestadas. Las fui leyendo
poco a poco. Me hice adicto. Tenían una pequeña sección, una hoja, dedicada al
comic, epígrafe fanzine, en la cual salían dos personajes absolutamente
delirantes Tóspido y Clavete. Tóspido era rubio, como es natural. De índole
pragmática y con una obsesión, o fijación: El sexo. Clavete era un ácrata
moreno español, que en lo único que pensaba y a lo que se dedicaba en cuerpo y
alma era a poner bombas y sabotear los ligues de Tóspido. Para mí que fue la
primera pareja de maricones del comic. Clavete se quería tirar a Tóspido, pero
Tóspido se quería cepillar a la Humanidad . A toda la que llevara faldas.
Tóspido era expansivo, mientras Clavete, que era inteligente, llevado por la
vena que le recorría, sin asumir su condición, se dedicaba con ahínco y
provecho a procurar la desgracia de los oligarcas. Poca cosa, robo de coches,
golpes de chichinabo, nada sobresaliente. Cuando le dio por la pólvora y sacó
el título Pirotécnico Aplicado, comenzaron los problemas. Acabaron en la
cárcel. La segunda entrega la hicieron desde la mismísima trena. Allí liberó su
ser más radial hasta que un día apareció por el Centro Penitenciario su amigo
Tóspido haciéndose pasar por cirujano y lo sacó en una ambulancia. Se fugaron.
Nunca aclararon si fueron felices, ni siquiera si comieron perdices. Los de El
viejo topo siempre fueron un poco cabroncetes. Tóspido y Clavete se terminó
rumbo a río. La vida es una tómbola, ton, ton, tómbola. Cuando llegaron allí
encontraron a un señorito de nombre Marisol y montaron el trío Los tres
sudamericanos. Guantanamera, guajira. El
primer trío transexual de la historia de la música absurda. Sección: Balada
tóspida y clavete. Buena música, incluso para vomitar.
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