Aún no ha empezado a
trabajar y ya medio mundo pide su dimisión. Hablo de Guillermo Zapata, el
chistoso.
Se ha disculpado, y ya ha dicho
que él no piensa dimitir, lo cual no quiere decir que, a lo mejor, otra si
piense en cesarle.
Escribió unos tuits hace
cuatro años desafortunados. Dos chistes de bar emitidos en una red social.
Error, si bebes no escribas. Uno sobre judíos, y el otro sobre Irene Villa, a
quién, desde esta modesta columna, hago llegar mi admiración y respeto.
La tontería, porque tontería
es, me recordó dos hechos personales. Las dos únicas veces que lloré viendo la
televisión. La primera fue cuando me enteré por el Telediario que un tarado
había asesinado a John Lennon, la segunda ocurrió cuando Nieves Herrero hizo lo
que hizo en Alcácer.
Lo de Guillermo ha causado
un escándalo mayúsculo. Carroña para las fieras. Porque las hienas, aparte de
comer mierda, son capaces de escandalizarse, y de poner el grito en el cielo
por esto, al tiempo que miran para otro lado con todo lo demás. Es más, se sabe
que los Inda, los Marhuenda, los Rubido, los Losantos y demás jauría siempre
encuentran criticable todo lo que hacen los que no son de su cuerda, y a la vez
son cómplices de los delincuentes de Estado, disculpan todas sus bajezas, y
están especializados en defender todas las flatulencias que emiten a la
atmósfera.
Es verdad: lo de Guillermo
es de traca. Lo mismo que fue lo de Nieves, y ahí queda. La crucifixión está
abolida en este país.
Sin embargo hay otro detalle
que ha pasado algo más desapercibido. Zapata juró su cargo en latín. Sí,
prometo. Omnia sunt communia. Todo es común o todo es de todos. Lo que
prefiráis. Toda una declaración de intenciones.
Está claro, ¿no? Este chico
es… ¿puedo insultar por una vez? IMBÉCIL.
No le deis más vueltas.
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