Dice Marrano Rajoy hablando
para sus fans, que los tiene, y muchos además, que, y cito textual: “lo fácil
es criticar a la clase política, eso lo hace cualquiera”.
Escuchado esto sus fans
enloquecidos, esos que también son adictos a la verborrea a la par que votantes
de mangantes, mentirosos, corruptos y que deben ser todos banqueros o al menos
sentirse así, se hacen callo en las manos, se arrancan por peteneras y aplauden
a rabiar. Que no nos falte de ná, que no, que no…
Traducido: España va bien,
lo dicen ellos. Diez millones de moscas no se pueden equivocar, y como no se
pueden equivocar los que no estamos de acuerdo somos invitados a comer mierda.
Lo bueno de la democracia es
que cada cuatro años tienes derecho a una segunda opinión. Lo malo de algunos
demócratas, de muchísimos, es que con su comportamiento talibán y suicida nos
llevan hacia un país más injusto, con menos libertades, más desigual, y encima
tenemos que ver como esta piara de políticos ningunea al sentido común haciendo
alarde de él, haciendo cosas en su nombre que atentan contra el más común de
los sentidos, y contra la población más desfavorecida.
Mientras tanto, esos diez
millones de ciudadanos españoles se entregan a la candidez de las palabras e
invocados al orden, a la estabilidad, y al crecimiento económico, se creen uno
más de los innumerables cuentos de Calleja que cuenta el amado presidente.
Y es que, España es diferente.
Ya lo decía con acierto aquel eslogan franquista de tanto éxito otrora.
Los españoles somos así:
cobardes, acomodaticios, corruptos. Nos divertimos dando palmas, palmeando
hombros, meando por las esquinas y haciendo botellón marca Ezpaña; nos gustan
los abrazafarolas, los que besan a los niños en las campañas electorales, y
somos demagogos por naturaleza. Aquí no hay análisis objetivo de la realidad
por parte las personas que ejercen el poder. Tal tarea queda relegada al ojo
crítico del politólogo, del periodista o de los intelectuales a los que nadie
presta atención suficiente.
Ayer lo dijo a las claras.
Criticar critica cualquiera, y la gente aplaudía, y aplaudía la ocurrencia del
muy Marrano.
¡Ay, cuánta razón tiene la
historia! Hispania, tierra de conejos.
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