En este país o eres
funcionario o te tienes que acostumbrar a convivir con un mercado laboral
raquítico. Lo es desde tiempos ancestrales. Todavía en los años sesenta del
siglo XX España vivía instalada en la desigualdad social. Había un alto
porcentaje de analfabetismo, las diferencias sociales eran abismales, casi insalvables.
Llegaron los años del desarrollismo, del éxodo rural a la ciudad, y de las
compras pagadas a plazos con letras. En la transición el ambiente laboral se
volvió hostil, despiadado. Después llegaron los socialistas y los pequeños
propietarios superaron el miedo a la expropiación al comprobar que todo seguía
igual. Hubo intentos involucionistas por parte de los militares, y los curas
arengaban su rebaño. En los noventa fuimos modernos, la corrupción empezó a
generalizarse con los socialistas en el poder, el Presidente Felipe González
decía que se enteraba por la prensa de lo que pasaba, y llegó el recambio del
cambio. Durante los años de gobierno de Aznar se liberalizó el suelo, entraron
capitales a mansalva que huían de otros países, y durante unos pocos años
tuvimos abundancia de pan y manifestaciones. Y hambre para mañana. Los
americanos descubrieron nuevas formas de hacer más dinero electrónico, se
concedieron hipotecas indiscriminadamente a gentes con solvencia nula, y la
burbuja se pinchó. Como consecuencia de todo eso (y de un cúmulo más de
despropósitos) estalló una crisis económica mundial que cogió a los países del
sur europeo ocupados tomando el sol. Grecia hizo trampas para entrar en la CEE.
España negó la crisis. Italia se entregó aún más a la corrupción. Portugal
despertó de su sueño, y de Chipre escapó todo el dinero de los delincuentes.
Aterrizó Rajoy en la Moncloa, incumplió todo su programa electoral, y se dedicó
a recortar por la mañana y a regalar por la tarde. Por la mañana exprimía a la
población, y por la tarde regalaba lo exprimido a los “aficionados” que administraban
las Cajas de Ahorros. Para mayor desdicha el Presidente del Banco de España
había salido a tomar café, cerrado la ventanilla, y al grito de Larra de “vuelva
usted mañana” se fue de vacaciones.
Ahora, sin embargo, España
va bien. Se crea empleo. En la hostelería, siempre según datos facilitados por
el gobierno, están haciendo una pregunta clave para encontrar trabajo haciendo
de camarero. ¿Qué talla usas? Si la respuesta es la adecuada tienes muchas posibilidades
de éxito, porque, como muy bien sabréis ya a estas alturas, a los hosteleros el
personal no le aguanta más de siete días en el mismo trabajo; y como hay que
amortizar la inversión hecha en “chaquetillas”… pues eso: ¿qué talla usas? Si
tú talla coincide con el anterior, eres licenciado, tienes un máster y hablas
varios idiomas, quizá, sólo quizás, el puesto pueda ser tuyo. Y sino “Vente a
Alemania, Pepe”.
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