Porque las cosas tienen un
precio que nadie comprende. Nadie sabe en qué se basan para poner algunos
precios, y la fórmula que siguen para el cálculo de los mismos se antoja más
compleja que la conjetura de Poincaré.
Y es que, aquí en Galicia,
por ejemplo, donde la lluvia es arte, pagamos el precio del agua como si
viviéramos en el desierto; porque, aquí en Galicia, por seguir con el ejemplo,
donde las autoridades dicen no tener competencias para la creación de empleo, y
que, por tanto, nada pueden hacer para solventar el estado de ruina en el que
vivimos, esas mismas autoridades se muestran incapaces e impotentes a la hora
de abordar un pacto, siquiera una negociación, con las petroleras para que no
tengamos que pagar los precios más altos de la gasolina o del diesel en España,
y ello pese a que, en el linde del municipio de A Coruña, hay una refinería (Repsol),
que tiene cañerías por toda la ciudad con el riesgo que ello conlleva.
Y eso por no hablar de la
electricidad. Exportamos electricidad, mientras vemos que esas cuevas de ladrones
que son las eléctricas sirven de refugio, y guarida al político amortizado,
tarifican al precio que les da la gana, con la connivencia de los gobernantes,
y encima si quieres hacer una simple gestión, como puede ser el cambio de
titular del recibo, se creen con derecho a pedirte testamentos y demás papeles
de por si confidenciales. Pero, ¿por qué se les consiente a estos oligopolios
tamaña desfachatez?
Todo ello lleva a más
preguntas: ¿para qué sirven los políticos que tenemos? ¿La Xunta de Galicia
está de adorno? ¿La Xunta de Galicia es un pongo?
Porque estamos donde
estábamos. Seguimos siendo penúltimos, después de Extremadura, en renta per
cápita.
Y para mayor inri nuestras
autoridades también desprecian nuestro propio idioma. Es más: incluso lo
vilipendian. Administran el dinero que recaudan de todos, y lo despilfarran en
publicidad de medio pelo. Le dan cientos de miles de euros a un cantante
melifluo, de medio pelo, para que haga un video clip en el que sale Galicia
apenas unos minutos, mientras se pasean en yates en compañía de narcotraficantes
contemplando la cría y reproducción del berberecho autóctono.
Es lo que hay, es lo que
tenemos. Precios disparatados consentidos por la Autoridad Incompetente que nos
gobierna. Precios salvajes de una falsa economía de libre mercado en la que
todo está regulado, y en la que pese a que todo depende de la autorización de
la autoridad gubernativa, los precios los siguen poniendo las cagadas de las
gaviotas.
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