PHOTOSHOP POLÍTICO.

Cada cierto tiempo vemos como se alteran los espacios públicos. Las calles, las avenidas, y hasta las farolas son abrazadas por las fotos. Fotos de éste, fotos de aquél, y del de más allá. Fotos, fotos, y más fotos. Animales necesitados de compañía buscan votos. Desde lo alto nos sonríen, y nos guiñan el ojo mientras hacen promesas. Prometen lo divino, lo humano y hasta pueden prometer, y prometen lo que no está escrito. Lo hacen con el desparpajo que da saber que todo lo prometido va a quedar en eso: en promesa. Después las promesas se las llevará el viento, y antes de la llegada del gran día observamos estupefactos como elevan la superficie sobre el nivel del mar a base de sucesivas capas asfálticas. Se abusa del hormigón, se talan los árboles, y se colocan aún más farolas para colgar aún más fotos. Se invoca el minimalismo forjado de alquitrán con barniz de chahapote. Los coches se refugian en cuevas subterráneas que se construyen con dinero público para más tarde vender esos espacios a los particulares que los pagan a precio de oro. Y así vemos como esos espacios públicos se rellenan de coches de particulares que viven en las inmediaciones, y que a los que vamos de fuera no nos queda sitio donde aparcar. Pero, eso si, si ese día te has levantado con el pie derecho, y encuentras un sitio donde aparcar en alguno de esos agujeros negros, y subterráneos, al salir te ves asaltado por los manzanillos del Luis Candelas de turno, y después de pagar el diezmo a una máquina te dejan salir a la calle para que puedas seguir empachándote de photoshop. A cambio no te dan ni las gracias, mientras todos siguen riéndose desde las farolas. Te acuerdas de Kafka y empiezas a ver como proliferan por esos faroles, por esas calles, y por esas avenidas, escarabajos pelotudos convertidos ahora en cucarachas sonrientes. De la familia ladilla candidata. Llega una primavera de promesas, el asalto de los mercados, y ves como una marabunta de flases hace de procesionaria a estas cigarras. Todos ellos, y ellas, serían merecedores/as de un documental de la 2, de un sesudo estudio de la BBC, de un programa de Leticia Sabater. Y nosotros deberíamos echarnos en el diván de algún sicoanalista argentino, porque en vez de hacer propósito de enmienda preferimos seguir con la molienda.
Son las elecciones. Ya están aquí. La marea de photoshop nos inunda, y el efecto secundario que sufriremos será un tsunami de decepción.
Lo de siempre, mire usted. Vuelve la garrapata versión Photoshop 15.



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